Catedrático en la Facultad de Bellas Artes de Valencia, José Saborit (1960) lleva años alternando su labor pictórica con la literaria. En 2008, vio la luz su primer poemario, al que seguiría “La eternidad y un día”(2012). Al hilo de dicha publicación, escribí que los versos del autor valenciano se tornaban alas con las que divisar los espacios amados, perdidos o ya olvidados. El yo parecía reclamar una pausa vital (“hoy estoy naufragando en la gran calma”) que le permitiese contemplar lo vivido con una mirada certera, y descubrir la traidora muerte que se va gestando en el interior del alma: “En el cielo pusimos/ ingrávidos castillos,ilusiones./ Y el cielo nos exige/ cumplir con el deber de alzar el vuelo”.Tras la edición de “La misma savia” (premio de poesía “UNICAJA”, 2016) y “Carta al hijo” (2017), “Con los ojos de nadie” (Pre-Textos, 2021) devuelve la voz firme y latidora de José Saborit.
En esta entrega, y desde el poema inicial,la mirada del sujeto lírico detenta una humanidad y una realidad dadoras de una fuerza telúrica que permite la común alianza con el lector: “Porque el paso es efímero/ y consuela nombrar/ la hora que habitamos/ se inventó la palabra/ que intenta traducir/ lo que no tiene nombre”. Al cabo, adentrarse en el origen de lo animado e inanimado y referenciar su trascendencia ayuda a anclar su discurso en un orbe de significados que dan sentido y verdad al conjunto.
Mediante un verso sabiamente ritmado, preciso en su modulación, el volumen se abrocha en un cantó único que respira sin fingimiento alguno. Cada texto alienta -pleno de certidumbre- la memoria y el mañana, en una suerte de mirífica apuesta frente a los huecos de lo cotidiano: “Es necesario alzarse sobre sí/ para ver sin temor el propio fondo/ subir para bajar, caer al suelo/ y del humus terrestre y animal/ donde asienta su paso el apetito,/ ascender a la música celeste/ del ritmo puntual de las esferas”.
Todo el volumen está envuelto en una luz intensa, cromática, que enfoca su vigencia hacia aquello que ya es ausencia, pero también hacia todo cuanto resta por anudar a lo existente. Y aún más, a cuanto es terrenal y mantiene una sólida constancia amatoria: “Mi vista te recorre a mano alzada/ es un lápiz muy ágil/ que repasa tu cuerpo (…) mi vista te recorre sin apoyos/ sin guiones ni etapas/ inventa trayectorias, pierde pie,/ araña la dureza de tus muslos”.
La comunión con la naturaleza es honda y los territorios que circundan la palabra de José Saborit están cercados por la belleza de una orquídea, la sombra de un pino, el asombro de una flor en el camino, los frutos de un árbol, la serenidad de una orilla…, y se vertebran desdeuna arquitectura lírica donde nada queda al azar: “Buscadme en esta playa:/ cuatro granos de sol y cuatro gotas/ de sal han de bastar/ para dar gracias”.
En suma, un poemario de honda expresividad, exquisito en su materia sensitiva, y del cual se desprendenvitalismo ymadurez a partes iguales: “El gran tapiz del mundo se desteje/ y se vuelve a tejer a cada instante”.
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