En Andalucía se ha producido un cambio de guión. Y algo más. Lo que estaba ya diseñado por los estados mayores de la derecha -desde Ciudadanos, PP y Vox- se ha caído como un castillo de naipes. La famosa “House of cards”. El relato, ya muy probado y aquilatado en cientos de intervenciones en la cámara autonómica y fuera de ella -especialmente desde la portavocía del gobierno andaluz- era muy sencillo de trasladar a la opinión pública. El PSOE-A es el pasado, está instalado en el desfallecimiento y en el rencor por su imposibilidad de poder formar gobierno, por la división de la izquierda, por una candidata que no la quiere ni la estructura federal de su partido ni una parte de sus afiliados andaluces y no es aceptada por los restantes grupos de la oposición. Ese discurso ha caído.
El PSOE-A ha llevado a cabo un ejercicio abierto de democracia participativa y ha elegido libremente a su candidato para iniciar una etapa nueva. La campaña ha sido bastante aseada en términos democráticos, porque no ha dañado a los contendientes personalmente, ni al partido como organización. No ha habido ningún incidente y las impugnaciones mutuas se han solucionado por los caminos estatutarios. Ha conseguido que el partido -en su representación parlamentaria - se ponga ante el público con rostros renovados, pero curtidos en la dialéctica. Esos cambios tendrán que producirse, por lógica democrática, en el propio partido, dejando atrás a un equipo quebrado por ocho años de ejercicio convulso del poder. Y pronto.
Todo apunta a que el clima enrarecido y de incomunicación absoluta que vive la política nacional no echará raíces en Andalucía. Habrá discrepancias de fondo y forma, pero el carácter y los principios de los antagonistas -Moreno Bonilla y Juan Espadas - harán muy complicado que Andalucía se sume a la algarabía de descalificaciones sin fin que irrita a la opinión pública y le hace preguntarse por la utilidad de la política. Se ha visto en las elecciones regionales francesas con una abstención superior al 66%.
Y algo más. Hay competitividad. Ése es el gran logro de la política andaluza en el nuevo escenario, tras las primarias socialistas. Antes, si había elecciones, el PSOE-A no era un competidor, era un contendiente noqueado antes de empezar la pelea. Ahora compite.
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