Cuando un niño se suelta de la mano de su padre o de su madre en la calle Ancha y se dirige flechado al mostrador de Casa Guerrero a señalar con los deditos sus dulces preferidos está repitiendo ni más ni menos lo mismo que ya hicieron sus abuelos y bisabuelos muchas décadas atrás. Porque desde 1947, An Cá Guerrero es la dulce caja de los recuerdos de generaciones de sanluqueños.
74 años de tradición que hoy en día recaen en Macu Guerrero, la responsable de la tercera generación, que con sólo 22 se vio obligada a recoger el testigo de su tío, al igual que éste lo hizo con su abuelo. De lo contrario, Casa Guerrero, como ha ocurrido con Pozo, otro clásico del centro de la localidad, formaría parte ya sólo del recuerdo.
Gracias a que Macu dejó a un lado su título de Educación Infantil y su trabajo en una tienda de deportes, muchos chavales siguen viendo compensado el mal trago de ir al médico con un atracón posterior de plantillitas.
“La satisfacción de sacar un producto con sólo huevos, azúcar y harina te ensancha”, nos confiesa su actual propietaria. Las vitrinas de Casa Guerrero no han cambiado: las inigualables bizcotelas, la masa real, el tocino de cielo, las tortas pardas, los suizos, las carmelas, los hojaldres de mantequilla, las magdalenas, los bizcochos de soletilla, los pestiños de canutillo… En el obrador parece haberse detenido el tiempo, e incluso está activo aún el horno del abuelo, catalogado en 1958. Sin embargo, en la gestión del negocio Macu está sabiendo adaptarlo al siglo XXI. Larga vida.
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