En una vaqueriza por la zona de Camposoto, donde sus padres vendían leche, nació el 4 de junio de 1921. Dos ascendientes taurinos marcaron su destino, por un lado su tío, el banderillero Rafael Ortega “Cuco de Cádiz”, que lo fue de Juan Belmonte, y su padre Baldomero Ortega “el Loro”, encargado de matar los toros sobreros que no se lidiaban en la plaza de la Isla y algún que otro Toro del Aguardiente. Una lesión en su pierna provocó una joven retirada, por lo que nunca le verían torear sus hijos Rafael y Baldomero.
Pero sin duda, su destino vendría marcado por el servicio militar. Con su quinta del 42 fue destinado a la Intendencia de Ceuta, por donde pasaban cuantas reses daban de comer a las fuerzas allí establecidas. Rafael, con el gusanillo del toreo germinando, improvisó en el interior del acuartelamiento una pequeña placita de toros con permiso de su Capitán, de apellido Entrala, quien confiaba plenamente en sus posibilidades taurinas.
Allí mataba, no sin antes intentar lidiar, cuanto ganado desfilaba con el consentimiento del mando. La gran cantidad de reses estoqueadas y descabelladas en esa época determinaría sus conocimientos en cuanto al uso de los aceros. En esta ciudad norteafricana se viste por primera vez de luces junto a otros compañeros de milicias anunciándose con el apodo de “el Panocha”. Allí también debutaría con caballos en el 46. Finalizado el servicio militar obligatorio, y con una buena reputación ganada como novillero, da comienzo su carrera por plazas andaluzas, principalmente granadinas hasta llegar a Madrid, donde lo anuncia su tío “el Cuco”.
En la plaza de la Corte debuta el 10 de agosto del 49 con balance de vuelta y oreja, premio este que le supone dos tardes en Sevilla la temporada siguiente. Su buena actuación le da a conocer en el mundillo taurino, repitiendo tres tardes más antes de la alternativa. Con gran cartel, y a la veterana edad de 28 años, se doctora el 2 de octubre del 49 de manos de “Manolo” González frente al toro Cordobés de Felipe Bartolomé de pelo negro listón con Manuel Dos Santos de testigo, quien curiosamente no ejerció esta función al ser cogido en el tercio de varas del toro de la ceremonia, quedando el festejo en mano a mano. Aquella misma tarde ya probó las mieles del triunfo cortando una oreja del primero y del último, éste de Antonio Escudero Calvo, hoy Victorino, saliendo en volandas camino a la calle Alcalá. Cinco veces más repetiría este paseíllo de Puerta Grande, en el 50, 52, 53, 54 y 67.
La siguiente temporada compartiría el éxito en San Isidro con una constante en su profesión, las cornadas. La primera tendría lugar en Granada, y el 8 de julio en Pamplona de un toro de Bohórquez afectando a vejiga, ano y pierna, que hizo temer incluso por su vida de forma que llega a recibir los últimos auxilios espirituales. A pesar de las pésimas expectativas sólo permanecería dos meses inactivo. En la del 52 de nuevo el triunfo en Madrid; la Puerta del Príncipe en Sevilla el Día del Pilar, festejo a beneficio de la Cruz Roja, cortando un rabo a un toro de Salvador Guardiola; y su confirmación en “la México”.
La temporada de 1954 actuó en solitario en la corrida a beneficio del Montepío de Toreros en Madrid, cortaba tres orejas sin llegar a usar el verduguillo; y dos, una y una, a toros de Buendía en Sevilla. En el 55 desoreja un toro de Villamarta el Domingo de Resurrección sevillano y pocos días después a otro de Guardiola. Año 56, en la Maestranza sevillana corta otro rabo a un Miura de nombre Tormenta. La ejecución de la suerte de matar a aquel toro, en los medios, de forma que según salía por el costillar el toro se iba derrumbando antes de llegar a la muleta se encuentra representada en el monumento, obra del artista sevillano Chiqui Díaz, con que cuenta en su ciudad natal inaugurado en octubre del 2002.
La temporada del 57 estuvo marcada por la tarde del 29 de septiembre en Sevilla, Feria de San Miguel y toros de Juan Pedro, un festejo que quedaba en mano a mano con Antonio Ordóñez por la cogida de su hermano “Pepe” donde el cañailla cortaba “solo” dos orejas en una tarde genial. Cansado un tanto por los percances y desilusionado por la poca repercusión de sus éxitos en los despachos, sus temporadas siempre fueron cortas, anunció su primera retirada en el año 60.
Reaparición
El 10 de julio del 66 reaparece en el Puerto de Santa María con lleno de “no hay billetes”. El 20 de abril del 67, en su última tarde abrileña, corta sendas orejas a un toro de Pallarés y otro de García Barroso. Aquel mismo año, en el festejo del Día del Corpus de Madrid llevó a cabo una de las faenas más puras vistas en esta plaza a un toro de Miguel Higuero, premiada como la faena de la feria, la que pasaría a segundo plano en los titulares del día siguiente por el plante de Curro Romero a torear y matar a su segundo toro. Aquella misma temporada en el mes de octubre toreó cinco tardes en la Monumental de Barcelona, sufriendo en la última una grave cornada que le mermó el riego de la pierna izquierda para el resto de sus días. Sus 47 años de edad, las secuelas de aquel percance y las 28 que le antecedieron, provocaron su retirada definitiva el 24 de septiembre del 68 en Écija junto al “Cordobés” y Paula. Aquella temporada había actuado ocho tardes.
A partir de entonces algún que otro festival, hasta el último en Jerez a beneficio de AFANAS el 16 de marzo de 1985 para el que se preparó mental y físicamente, en el que cortaba con gran éxito dos orejas y rabo. Fue feliz junto a su esposa Pepita Camacho y sus siete hijos hasta que un cáncer hepático se lo llevó el 18 de diciembre de 1997 en su casa de Cádiz tras permanecer tres meses ingresado.
De fuerte inspiración rondeña, su toreo era pureza y verdad, todo un clásico. Su físico, poco propicio en su constitución, le imprimía hondura, profundad y cadencia en sus movimientos. El secreto, adelantar el engaño y dejar caer el peso de su cuerpo sobre la pierna contraria, cargando la suerte tanto de capote como de muleta siempre de frente y en rectitud. Fue su don el de la estocada, sencillamente extraordinario al volapié y cuando alguna vez lo hacía recibiendo remataba con un pase de pecho. Ambas ejecutadas generalmente en la suerte natural. Su teoría: “la mano derecha tiene que ir en el corazón y tú tienes que hacer que el toro venga a comerte la mano izquierda, que te coja la mano con la boca y te la llene de baba”. A los buenos aficionados jamás les importó que pinchara un toro, así decían poder verle de nuevo interpretar su particular suerte de matar. De haber nacido en otra época, donde la suerte suprema era la absoluta protagonista de la fiesta, hubiese sido primera figura indiscutible.
Antonio Chenel “Antoñete” dijo: “El torero que más me ha impresionado ha sido “Manolete”, el que más me ha gustado Rafael Ortega, a quien considero además el torero más completo y el que ha toreado con mayor pureza”. Antonio Ordóñez: “Es el mejor que ha toreado de todos nosotros”. Otros compañeros también le valoraron como maestro de maestros, siempre con respeto, aprecio y admiración como Pepe Luis Vázquez, Manolo González, Manolo Vázquez, Julio Aparicio o Curro Vázquez.
El Premio Cervantes 2004, Rafael Sánchez Ferlosio, escribió tres artículos en 1980 en el Diario 16 titulados “El As de Espadas”, donde llamaba al ángulo que su figura y su estoque formaban a la hora de matar el “inmortal”, y parodiando una frase de Rafael Guerra “Guerrita” decía:”……con la espada en los últimos 30 años el primero Rafael Ortega después nadie, y después de nadie, media docena de buenos estoqueadores”.
Domingo González “Dominguín”, padre de Luis Miguel Dominguín, suegro de Antonio Ordoñez y apoderado de Rafael Ortega, se expresó en estos términos: “Este es mi hijo, este es mi yerno y ese es el torero”.
El “Rubio Torero”, llamado también “el Tesoro de la Isla”, fue director de la primera Escuela Taurina de la Diputación de Cádiz en 1985, la misma que le otorgó la Placa de Plata de la Provincia. Por su docencia pasaron matadores de toros de la categoría de “Paquirri”, Ruiz Miguel, Antonio José Galán, “Riverita”, Galloso, Francisco Núñez “Currillo”, Antonio Lozano, “Jesulín”, Domingo Valderrama o Padilla, entre otros. Desde 2014 la Escuela Municipal de Tauromaquia de San Fernando pasó a denominarse Asociación Cultural Taurina “Rafael Ortega”.
“El Tesoro de la Isla” también da nombre a un pasodoble escrito en su honor, en la década de los 80, por el compositor isleño José González García publicado el pasado día 4 de junio con motivo de su centenario.
Su libro de cabecera “El Toreo Puro”, de obligada lectura para cualquier aficionado, con prólogo de Ángel Fernando Mayo, corto, pero intenso, es toda una referencia también para profesionales que disfrutan con la auténtica verdad de este arte. Todo un torero, sin duda de época, cuyo arte no fue valorado en su momento y que sí lo hacen generaciones posteriores.
Entre otras pocas figuras del toreo, Rafael Ortega cuenta desde el año 2008 con un azulejo en la Plaza de las Ventas donde reza el siguiente texto “RAFAEL ORTEGA DOMÍNGUEZ, EN ESTA PLAZA RINDIÓ CULTO A LA PUREZA DEL TORERO CON SU VERÓNICA, EL PASE NATURAL Y LA ESTOCADA DE LEY. CENTRO DE ASUNTOS TAURINOS. OCTUBRE 2008”.
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