Ayer el Banco de España achacaba a la subida del salario mínimo de 2019 un descenso en el empleo. ¿De cuánto? De entre el 0'6 por ciento al 1'1 por ciento. ¿De qué tipo de empleo? Del colectivo con menores salarios, jóvenes entre dieciséis y veintidós años, trabajadores temporales y de empresas de menos de cinco trabajadores.
Además lo había avisado, dijo exactamente que esto ocurriría. No sé cómo no se tuvo en cuenta a la hora de dignificar el salario para que la gente empleada se alejara del umbral de la pobreza. Como si fuera un alarde y un despilfarro para un país que pretendió combatir la crisis bajando los salarios. Señores del Banco de España, alguna vez teníamos que abandonar esta senda perniciosa. Ese camino sinuoso que nos alejaba del Primer Mundo para acercarnos al Tercero.
Esa democracia de la edad que igualaba el sueldo de los jóvenes y el de los trabajadores en precario se está perdiendo. Pues menos mal porque las personas cuando cumplen años quieren independizarse de los padres, poder pagar un alquiler incluso los más temerarios tener hijos y en la España de los últimos años todo esto era algo utópico. Así que al lado de las cifras de descenso de empleo se han olvidado de colocar el descenso de la precariedad que ha supuesto subir el salario mínimo a mil cincuenta euros.
Esos mil cincuenta euros lo ganan una mayoría de trabajadores cualificados en este país que antes cobraban lo mismo que un trabajador joven o uno temporal. Todo esto no se consigna en la noticia pero es lo que está detrás de este despilfarro salarial.
¿Puede España permitirse esto? ¿Puede no permitírselo? Apuntaría yo. Creo que las generaciones actuales se merecen no ser más pobres que sus padres no sé si en esto coincido con la mayoría.
Las noticias parciales llenan los titulares de los periódicos contando su verdad a medias.
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