20 escaños son los que separan a la derecha madrileña de la izquierda. Demasiados hasta para Madrid, donde la derecha lleva gobernando 26 años. Quizá habría que decirlo al revés desde Andalucía donde el cambio que se produjo hace dos años hacía hincapié en el largo periodo socialista. El PP, que acumula tantos años de gobierno, no sólo no ha perdido asientos parlamentarios sino que ha aumentado la distancia. Aunque el mandato será sólo por dos años.
Cuando los resultados se han asentado, la victoria del PP se aparece muy importante. Significa mucha moral interna y una señal de victoria que quiere plantear como el principio del fin del PSOE en el gobierno. Pero eso es tan ilusorio como trasladar que la victoria del PSC de Illa en Cataluña y la debacle del PP allí hubiera supuesto lo contrario. Es la España de las Autonomías. Son resultados locales/regionales muy afectados por el momento político de cada territorio y por la personalidad de los líderes que se presentan, tal que Mónica García. La minusvaloración de Ayuso por la izquierda es tan tonta como la que se hizo de Trump en los EEUU o de Johnson y su Brexit en Reino Unido. La política espectáculo avanza y los mensajes con poco contenido pero cargados de emoción ideológica han sido aceptados por la mayoría de los votantes en Madrid. Su resultado es abrumador en tiempos de parlamentos muy fraccionados y se verá si Ayuso es una alternativa a Casado. La reacción del PSOE ha sido de manual. Son elecciones regionales, el gobierno sigue igual. Se verá en las próximas semanas. Moreno Bonilla podrá adelantar las elecciones andaluzas para desmentir ese enunciado, convirtiendo las andaluzas en la continuación de las madrileñas. ¿Una autonomía del 151 copiando a una del 143?
Iglesias ha decidido seguir la misma senda que el otro preboste de la nueva política, Rivera. Sin los mismos motivos que Rivera, dado que ha logrado que su grupo aumente la representación en el parlamento madrileño, pero como no podrá gobernar prefiere volver a sus actividades mediáticas más que a las universitarias. Hacer oposición entusiasma poco. Su salida de la política es un réquiem a la apuesta de renovación de la política por los nuevos partidos. Esa renovación la tendrán que plantear -si están por ello- los partidos tradicionales. Es otro desafío.
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