Estos días la estúpida campaña de Madrid hace enormes esfuerzos por arrastrar a España a donde no debe. La España actual superó durante la transición política toda una loca vorágine de intentos desestabilizadores. De la extrema derecha, de las cadenas de los guerrilleros de Cristo Rey, de las actuaciones policiales de Granada, Vitoria y Montejurra, de Sánchez Covisa y de Blas Piñar, de los asesinatos de Atocha, de la Operación Galaxia, deTejero, Ynestrillas y Milans del Bosch. Se vivieron las matanzas terroristas de ETA, los asesinatos selectivos, los secuestros, siempre sospechosos, de los Grapo, Amedo y Dominguez y sus andanzas, ilegales, como las del Batallón Vasco-Español y una larga y penosa retahíla de acontecimientos que los virginales que hablan de la Transición fallida deben desconocer. En la Transición hubo mucha sangre.
Ese periodo afortunadamente ya pasó. Y no debe volver. La aparición, con fuerza sorpresiva, en las elecciones andaluzas de Vox no fue vista en el resto de España como una amenaza porque fue invitada a reforzar el gobierno de populares y ciudadanos. Más tarde se repitió la cooperación en otras comunidades y el zigzagueo retráctil del baile popular de los 60, la yenka política del PP, (Izquierda izquierda/ derecha derecha/ Adelante detrás) ha hecho el resto. Se ha normalizado la entrada en la vida política democrática de quienes no lo son. Ayuso ha hecho más que nadie en ese empeño. Dicho partido es el único en España que sostiene que los gobiernos de la dictadura son mejores que los de la democracia. Las balas destinadas a “indeseables” nadie sabe de dónde vienen pero sí se conoce a dónde apuntan.
Uno de los mejores presidentes norteamericanos y con el mandato más prolongado, Franklin D. Roosevelt (presidente de1933 a 1945), decía que a lo único que había que tener miedo era al miedo mismo. Derrotó a la crisis del 29 con grandes programas sociales y a los nazis con su implicación en la II Guerra Mundial. La sociedad española parece atenazada por la zozobra de la pandemia y algunos partidos no han dudado en convertirla en el mejor ariete para otra finalidad que nada tenía que ver con la pandemia, azuzando la crispación. El peor remedio es el miedo. El miedo produce la paralización. Para seguir mirando adelante como país, como Estado es precisa la resuelta determinación de ser intransigentes con lo intolerable.
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