Otro de los más motivados es Jesús Arana, de 18 años, quien ve bastante salida laboral en estos oficios, por lo que se muestra ilusionado con ser elegido para realizar prácticas de empresa. Aunque ya tenía una mínima experiencia adquirida “ayudando a un amigo con su casa nueva e instalando placas solares”, Arana está aprendiendo a utilizar las herramientas y lo más elemental sobre instalaciones. Tiene que hacer un importante esfuerzo asistiendo a las clases cada mañana, pues por las tardes estudia en un centro de adultos. Para Alfonso Campuzano, también de 18 años, el taller de cata de oficios fue un buen remedio a la frustración de verse en paro. No pudo acceder a un ciclo formativo. La opción del taller no le ha defraudado. “De momento está bien la cosa”, asegura. Alfonso ha descubierto que tiene aptitudes para la electricidad. No obstante, aún no ha decidido cómo quiere ganarse la vida, si bien está “abierto a todas las posibilidades”. José Blandino, de 18 años, anhelaba ser soldador. No logró su objetivo y ahora quiere “saber de más cosas para de esta manera buscar otras salidas”. Ser fontanero es una “alternativa interesante”. Aún valorando que ”todavía es pronto” para saber si le va a servir, es optimista y lo considera un “buen primer paso”. Por último, tiene una reivindicación: “que nos traigan más materiales”.
Nathaniel Garrido, de 20 años, tiene, pese a su juventud, una dilatda trayectoria como trabajador. La crisis lo dejó en el desempleo y este curso, en el que no tenía tanta confianza, le “está sorprendiendo” hasta el punto de demandar más horas . “Estoy aprendiendo bastante”, asegura contento.
El monitor, Juan Fernández, está satisfecho con las aptitudes y actitudes de unos jóvenes que quieren demostrar que pueden darle la vuelta a la suerte adversa que un día les hizo salir de clase.
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