En román paladino

Los hijos de Abraham.

El integrismo islamista ha sido funesto para un clima de convivencia entre religiones

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  • El papa Francisco. -

El conflicto palestino-israelí  y las invasiones occidentales -con variadas excusas- de  Irak y Afganistán, el conflicto nuclear con Irán y su pugna con Arabia Saudita por el control regional,   así como el terrorismo extremista de Al Quaeda y del Estado Islámico han provocado que Oriente Medio se haya convertido hace tiempo en el mayor peligro de  inestabilidad mundial. Allí se ha personado el papa Francisco.

Las continuas guerras religiosas han sido entre los  que se declaran herederos de Abraham. Judíos contra mahometanos, Cristianos contra judíos, musulmanes contra cristianos y de todos entre sí. Las tres religiones que adoran a un solo Dios, deudoras del legado  del patriarca Abraham, no han sido instrumento de paz, a pesar de  compartir el monoteísmo. Abraham era un seminómada de la caldea  Ur, en la histórica región de Mesopotamia, que hoy  forma parte de Irak, y hasta allí ha ido el papa Francisco a un encuentro con el  gran ayatollah Alí al Sistami, el  poderoso clérigo   del la rama chií del islam en Irak para visualizar un pacto religioso contra el extremismo y a favor  de la tolerancia religiosa. Otro clérigo, más poderoso aún, es el líder supremo de la República Islámica de Iran, Alí Jamenei.

El obispo de Roma está más que angustiado por la suerte de los cristianos en los países que dieron origen a las primeras iglesias cristianas, las de Oriente. El viaje del papa también tiene como finalidad ese reconocimiento a las iglesias orientales, las únicas que pueden hacer de puente con el islam moderado. Los cristianos tienen problemas en casi todos los países musulmanes y ello está provocando que las comunidades cristianas se están reduciendo,  desde los coptos perseguidos  en Egipto a los   masacrados de Alepo en Siria  o de Mosul en Irak. La discriminación  y la intolerancia las padecen todas las minorías, por eso el papa habló de los yazidi, los kakai, los turcomanos, etc. El integrismo islamista radical ha sido funesto para un clima de convivencia entre religiones. La Santa Sede, reconocida por 180 países, ha querido jugar un papel de estabilización con el chiismo de Irán e Irak  y  ha afrontado el reto geoestratégico y religioso de hacer las cosas de otra forma, en el punto más caliente del mundo, oyendo al de enfrente. Para reiterar  lo de siempre ya están los malos políticos.

 

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