Tres nietas
Perdonen, pero si acaso esta reunión se convierte en un recuento de deudas, en un inventario de reproches que hacerle a la de la guadaña, aquí las que más han perdido con la marcha de Alfonso son sus tres nietas, dos de ellas hijas mías y en cuyo nombre levanto la voz. Porque todos los que estamos por aquí hemos disfrutado de él en vida y ya estamos más que pagados. Pero ellas difícilmente alcanzarán a ser conscientes del abuelo que se han perdido. Ya no podrán ir los veranos a la Junta de los Ríos a verlo entre pinceles y bañarse en la piscinita que faltaba -pero que llegaría- y, quizá servirle de modelos para algún lienzo refrescante. Ya no le verán tocar las cucharas con despreocupada maestría ni le oirán cantar con esa voz finita pero del mismo color hermoso que sus ojos. Ni probarán sus paellas, ni oirán sus chistes ni se les erizará la piel al sentir el orgullo con el que te contaba que fue conductor de pavos. No lucirán las coletas perfectas que sólo pueden conseguir las manos de un artista. No podrán sentarse en silencio en una esquina de su estudio a ver cómo adiestraba la luz. No podrán entrar a su taller como aprendices. En fin, cuánta pérdida. Pobres nietas.
Dado que La Parca no paga deudas ni atiende a razones ni resarce perjuicios, os pido a todos los aquí presentes que nos ayudéis a mantener incólume la figura de Alfonso. Cuando veáis a sus tres nietas corretear por la barriada de La Paz decidlas que son afortunadas porque por sus venas corren todos los colores que su abuelo imaginó pincelada a pincelada. Y cuando estén de paseo en la Junta de los Ríos, yendo quizá al canal o de vuelta de la venta, comentadlas que su abuelo era un hombre grande, especialista en hacer felices a los demás para que ellas sepan que deben mantener en pie con orgullo esa tarea.
Mientras, su familia, esquivando las puñaladas que dan la pena y la tristeza, lucharemos para conseguir que las nietas y todos los demás sepan que en su día Alfonso Guerra Calle fue un buen pintor, un gran hombre, y ahora es luz, esa luz alegre que ilumina las cosas bonitas de la vida.
José Vicente Catalán Berriatua
Periodista
Nuestra Junta
Cada día paso por tu estudio. Puerta vieja, descuidada. Piedras de los campos de tu Junta de los Ríos forman un arriate que tus manos levantaron para dar cobijo a las plantas decenarias de tu madre. Una parra casi sin vida, aguantada por unos alambres oxidados y destensados. Palmera daleada, una silla desolada y una reja que guardan tus tesoros en lienzos. Lienzos cargados de azul y verde, de campesinos, labradores, de gentes sin rostro, paisajes de la Sierra.
Me detengo y me siento a esperar, aunque sé que no volverás para hablarme de nuestros campos, de sus colores. Teníamos tantos proyectos por hacer...
Yo he cumplido parte del trato querido amigo... He vuelto a la Junta, a nuestra Junta y prometo seguir eternizando la Luz, nuestra Luz.
Juan Mariscal López
Fotógrafo
Un año ya
Tres, cuatro meses, a veces menos, mucho menos, les basta a algunos tipos de cáncer para destrozar un cuerpo, apagar unas manos o cerrar los ríos de luz de unos ojos. Guerra Calle no vivió más. Una mañana de febrero, veintiocho, dos mil veinte, día de Andalucía, mientras el Ayuntamiento homenajeaba su trayectoria pictórica, su apego la tierra, su entrega desinteresada a la cultura, mientras el Alcalde leía una placa fría, con vocación de lápida, y alguien pronunciaba en su honor unas palabras torpes y emocionadas, moría el pintor en una sala blanca, porque la muerte es blanca. Moría con la sonrisa `puesta, según contaron luego sus hijos. Les había dicho, poco antes de morir, que la vida es muy bonita y que le gustaría ser recordado por su pintura, claro, pero también por su sonrisa. Y se volvió, sonriendo, del lado de la muerte, a seguir dibujando Vírgenes con un palito, en la tierra mojada de la Junta de los Ríos, su lugar en el mundo.
Pedro Sevilla
Escritor
Grabado en la memoria
Queramos o no el pasado nos habita y nos hace recordar, siquiera sea por lo que dejamos en la biblioteca de la memoria.
Hoy está lloviendo y recuerdo a un amigo tímido, de esos a los que les gustaba más escuchar que hablar, que cada verano y cada Semana Santa, tenía siempre un rato para tomar una copa con nosotros y hablar de libros, pintura, hijos, nietos… y cada Navidad nos enviaba un grabado suyo como felicitación. El último que recibí es una muchacha que lee serenamente, con el brazo apoyado entre el asiento y la pared. Lo tengo siempre cerca de donde escribo, porque transmite tanta paz como mis músicas preferidas, cualquier forma de arte, cualquier manifestación artística debe emocionar, debe hacernos sentir algo y nuestro amigo Alfonso Guerra Calle era un pintor del color, la tierra y las emociones.
Era un hombre humilde que decía sentirse pequeño ante la belleza, pero sus cuadros reflejaban la naturaleza, la intimidad de un patio o el horizonte de los campos de algodón, la maternidad, el paso del tiempo, las faenas agrícolas, los barcos que esperan al pescador, los impresionantes volúmenes pétreos de nuestra Sierra de Cádiz y cada cuadro era un tributo a la belleza, era una ráfaga de su memoria que pretendía eternizarse, darse a los demás, transmitir a los otros su manera de mirar la belleza.
El año pasado, su pueblo quiso rendirle homenaje por su trayectoria artística en el día de Andalucía, pero la muerte estaba aguardando el momento en que su familia llegara con el galardón para cerrarle definitivamente los ojos y dejarnos tan solo con esos otros ojos que son sus pinturas y grabados.
No olvidemos a este hijo de nuestra tierra que nació en la Junta de los Ríos y de pequeño dibujaba en el suelo con un palillo hasta que sus padres le regalaron el día de Reyes una caja de lápices, que se fue a Madrid para ser pintor y estudió Bellas Artes haciendo de camarero y otros oficios para poder estudiar.
Su perseverancia y tesón han dado como frutos numerosas obras de artes, premios y exposiciones nacionales e internacionales, pero en su pintura hay siempre una velada melancolía, un homenaje a su infancia, que es el cajón de sastre del artista y una manera de mirar el paisaje, cargada de poesía.
Hace un año de su muerte repentina y dura, se nos fue el maestro del trazo suave y la conversación afable, pero el pasado nos habita y no lo vamos a olvidar.
Pepa Caro
Escritora
Enmarcado para el recuerdo
Alfonso Guerra Calle, además de su mirada y su sonrisa, que mezclaban ternura con timidez, me regaló un grabado que durante bastante tiempo estuvo pendiente de enmarcar; como pendiente se quedó la invitación a rebujito con hierbabuena de cosecha propia en su estudio de la Junta de los Ríos, que aún a día de hoy me sigue pesando. Tantas y tantas cosas que dejamos para después, como si el después fuese infinito.
Infinitos sí eran sus campos y sus paisajes rurales, sus estampas de jornaleros y jornaleras haciendo sus faenas; así como su empeño en dar visibilidad y reconocimiento al trabajo, a las personas y a los entornos que siempre han estado más castigados. Alfonso nunca olvidó sus orígenes y los transformó en su arte.
Echo de menos la mirada tierna, profunda, cómplice y noble que a veces me encontraba como una agradable sorpresa al salir de mi despacho.
El grabado ya lo enmarqué; y el rebujito me lo tomé a su salud.
Gracias Alfonso, que la tierra te sea leve.
María Macías
Delegada de Cultura
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