Hasta 2011 los hermanos Miguel y José Gómez se dedicaban profesionalmente al mundo del vino, pero por cuenta ajena. A los dos les iban bien en las respectivas empresas para las que trabajaban, pero en un ataque a medio camino entre la locura y la irresponsabilidad, decidieron dejarlo todo y apostar por montar su propio negocio. En pleno coletazo de la anterior crisis, sin tradición familiar, en una tierra sin ningún precedente bodeguero y sin viñedo, la apuesta suponía un riesgo bastante gordo.
Poco después salía al mercado Mahara, su primer vino. Elaborado en su totalidad con tintilla de Rota, sorprendió en el mercado y les dio a conocer. En aquellos primeros años trabajaban con barricas de roble francés, pero las notas de madera alejaban al producto del gaditanismo que querían que rezumara. Investigando, comprobaron que fenicios y romanos ya hacían sus vinos en Gadir utilizando ánforas y vasijas, y dieron el salto con notable éxito.
Ahora la familia ha crecido y tienen doce tipos de vinos etiquetados: tintos, blancos, rosados, espumosos… En los Estados Unidos, Japón o Dinamarca consumen un producto que tiene como consumidor piloto a una mujer joven que busca sensaciones nuevas.
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