Han pasado ya casi tres décadas desde el debut en la dirección de Alex de la Iglesia con la atrevida y delirante Acción mutante. Un tiempo en el que ha levantado una más que interesante filmografía y en el que se ha convertido en uno de los narradores más fiables del cine español, gracias a constantes como el tándem formado con Jorge Guerricaechevarría, junto al que ha firmado la mayoría de los guiones de sus películas, y su vinculación-predilección por el cine fantástico y la comedia negra, a la par que capaz de asumir encargos como Perfectos desconocidos o el documental sobre Messi, y lograr un gran resultado.
Ahora regresa a la televisión de la mano de HBO con 30 monedas, convertida en la gran apuesta de la temporada para el mercado en español, una superproducción en la que da rienda suelta a su pasión por el fantástico y con la que nos invita a realizar un entretenido recorrido por la esencia del cine de terror contemporáneo, convertido cada uno de sus ocho episodios en una excusa para regresar a territorios comunes en los que la angustia, el suspense, el miedo, la fantasía y la acción cobran todo su sentido para arropar un argumento atractivo, aunque descompensado a lo largo de su desarrollo.
Las 30 monedas a las que hace alusión el título son las que cobró Judas por traicionar a Jesús -elocuentemente narrado en los títulos de crédito junto a la contundente banda sonora de Roque Baños: una tenebrosa y estupenda marcha de cornetas y tambores- y que una especie de diabólica secta infiltrada en el propio Vaticano quiere reunir para aprovechar sus poderes e imponer su voluntad al resto del mundo. Y como todo gran villano necesita de un gran héroe, la última moneda está en posesión de un atormentado sacerdote -un héroe de cómic- oculto en un pequeño pueblo de Valladolid en el que se desencadenará la batalla final.
Y la batalla tiene lugar, pero lo interesante de la serie es el recorrido que realiza De la Iglesia para llegar a ella, a través de pequeñas tramas en las que emergen las posesiones demoníacas, el terror adolescente, las casas encantadas, la lucha entre el bien y el mal, el psychokiller, las pesadillas, la sombra (niebla) de Stephen King y la paranoia colectiva. Y es en ese popurrí de género del que lo adopta todo, bueno y malo, y en el que todo suena a ya visto e inventado, donde el cineasta se crece, apoyado en un convincente reparto, para hacer algo diferente y con sentido del espectáculo.
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