El Loco de la salina

Madrid necesita sal

Y, por lo que nos cuenta Manolo, Madrid compra la sal en todos los sitios del mundo mundial, menos en La Isla de León.

Publicado: 18/01/2021 ·
23:21
· Actualizado: 18/01/2021 · 23:21
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Hay un libro muy gordo en la biblioteca del manicomio, al que los locos llamamos Manolo en plan cariñoso. Pues bien, ahí viene todo lo que queríamos saber sobre la sal, porque Manolo es un máquina cargado de sabiduría y sabe más que nadie sobre este tema. Nos hemos enterado por él de que la sal ha sido siempre tan importante en la historia, que de ella nació un término tan vital como “salario”, porque hace muchísimo tiempo se pagaba en especie con lo mejor que existía: la sal.

Sin embargo, los locos llevamos un tiempo viendo en televisión, escuchando en la radio y leyendo en la prensa la cantidad de toneladas de sal que ha comprado la Comunidad de Madrid para echársela al hielo y despejar sus calles y pueblos. La verdad es que les ha caído Alaska encima. Pero, claro, los locos nos hemos mirado a la cara como diciendo: ¿Otra vez La Isla se queda en la cuneta y al margen de este posible negocio? ¿Otra vez La Isla, cuna de la sal y lugar de ensueño para su cultivo, se queda tirada como una colilla? Inmediatamente nos hemos interesado en saber dónde compran la sal estos señores madrileños tan necesitados y tan dispuestos a combatir el hielo y la sosería.

Y, por lo que nos cuenta Manolo, Madrid compra la sal en todos los sitios del mundo mundial, menos en La Isla de León. Compra en las salinas del Mediterráneo (Murcia y Alicante), compra en las de Puerto Real y El Puerto, en las del Delta del Ebro, en Ibiza, y seguro que también en alguna tienda de chinos. Y nos dice además que hubo un tiempo en que La Isla era el centro de producción de sal de toda la Bahía de Cádiz, en la que había 360 salinas, pero que allá por los años 70 empezó a decaer la cosa hasta llegar a lo que es hoy, nada. Yo tenía de pequeño un profesor que me decía que la nada es un cuchillo sin mango y sin hoja. Casi llevaba razón. Había entonces 160 salinas solamente en La Isla. Hoy quedan 3, aunque algo es algo. Una de ellas, la que ha perseverado en el tiempo, gracias a grandes sacrificios y permanente constancia de una familia cañaílla, es la Salina San Vicente. En condiciones normales, se entiende sin lluvias, puede producir ahora unas 1000 toneladas al año, pero ya no estamos hablando de la sal que se tira en las carreteras, sino de otra cosa.

La de la Salina San Vicente es sal de calidad, virgen extra, de extracción tradicional y no es para tirarla a ver dónde cae, sino para bendecir a los paladares más exigentes y para la alimentación ecológica. Es Sal Virgen Extra, como el aceite, Flor de sal, y, si hay algún sitio donde tirarla, es suavemente en los guisos y en los alimentos, que saltan de alegría con su presencia, porque la sal es la chispa de la vida, no la bebida americana de Trump que tan mal le cae. Nos dice también Manolo que la sal con la que se combate el hielo no es demasiado rentable y que las grandes industrias manejan su producción, su venta y hasta su carita, porque esa sal viene con la cara sucia con churretes y hay que lavarla para presentarla en sociedad.

En fin, menos mal que en La Isla nos queda un botón de muestra de calidad por la que nos podemos sentir orgullosos gracias al tesón y a la bendición de San Vicente.

Gracias, Manolo por tu sabia información.

 

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