La Pasión no acaba

Hablo de amor

Sus poros vomitan amor sincero por las tablas arañadas de las plazas de toros. Son hermanos en la sangre y en el gusto, en el DNI y en las ondas hermosas...

Publicado: 07/10/2020 ·
17:24
· Actualizado: 07/10/2020 · 17:24
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  • Los hermanos Juan Ramón y Enrique Romero. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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Sus poros vomitan amor sincero por las tablas arañadas de las plazas de toros. Son hermanos en la sangre y en el gusto, en el DNI y en las ondas hermosas que trazan el maravilloso viaje que hemos dado en llamar comunicación. Les une el sentimiento vehemente, capaz  de dominar la voluntad y perturbar la razón, o sea, la pasión. Les hierve la fiesta en las arterias, les puede el toreo, les vence la herencia paterna y les dobla el brazo del pulso la obligación auto-impuesta de defender, cada mañana, la fiesta más maravillosa del mundo. Ni pueden ni quieren evitarlo. Este artículo se escribe con respeto y repeluco. Hablo de amor.  

Llegaron cuando hacían falta porque hacía falta que llegaran. Siempre a lomos de las dos sangres, de las cilindradas, de las riendas y los manillares, de las monturas y los sillines, de neumáticos y cascos, de galopes cortos y tubos de escape, de carriles y de circuitos con fango y piedra. Amarraron las riendas a la rama del árbol y apoyaron la moto en el tronco. Estamos aquí, hemos sentido la llamada de la fiesta. Y se pusieron manos a los toros.

Las ondas, las colas y las locuciones, las conexiones y los rótulos, los enviados especiales y los productores, el micrófono de pie y el de corbata, la nocturnidad y la amanecida, el calor y el frío. Y la entrega. Carrusel Taurino (que debería estar recetado por el SAS porque es bueno para la salud) y Toros para Todos, un hito en la historia de la televisión de mi tierra. Andalucía confunde a veces las voces y sus tonos (hasta en eso son reconocibles) pero distingue a la perfección esa desbordante manera de dejarse el pecho en cada pase de sangre. Porque todo lo hacen a tumba abierta, ofreciendo el corazón y siempre con el puño girado hacia atrás hasta que el motor ya no puede abrir más candela porque está dado todo el gas. Están locos por la fiesta, maravillosamente locos desde que su padre les regaló un virus incurable de patio de caballos y toreros liados en sedas, dudas y miedos.

Siempre que me cruzo con ellos pienso lo mismo. La sonrisa que traen de fábrica me recarga el corazón. Los hermanos Juan Ramón y Enrique Romero llevan consigo un único polo, el positivo. Mi padre me dijo antes de morirse que las personas que merecían la pena amaban, se apasionaban y sonreían a menudo. Y yo siempre le hice caso a mi padre.

No hay, por definición, pasión sin dolor. Por eso me duelen los hermanos Romero. Porque viven y sienten la pasión que yo tengo aquí en el centro de mis ganas de vivir. Por eso les quiero, porque la fiesta les duele, como a mí me ha dolido escribir estas líneas. Al fin y al cabo, estoy escribiendo de amor.

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