La escritura perpetua

Messi

Leo Messi, sobre el césped, nunca ha perdido su sorprendente conexión con la infancia, de ahí la magia de su fútbol, como esos niños que juegan a la pelota

Publicado: 03/09/2020 ·
12:46
· Actualizado: 03/09/2020 · 12:46
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Leo Messi, sobre el césped, nunca ha perdido su sorprendente conexión con la infancia, de ahí la magia de su fútbol, como esos niños que juegan a la pelota y convierten en su imaginación de niños el pasillo de su casa en un Camp Nou con las gradas abarrotadas. Messi niño, sí, en el campo, y por eso ha transmitido siempre la impresión de que él no corre detrás del balón, sino que el balón corre mágicamente detrás de él. Messi en esas jugadas en las que dribla a un rival, y a otro, y a otro, “se va de uno, se va de dos”, grita Manolo Lama desde la cabina radiofónica, en esas jugadas, decíamos, parece un muñeco de goma que se cae y se levanta inmediatamente con la pelota pegada al pie, la goma, sí, ese material del que parecen estar hechos los niños, que sus caídas se resuelven en un breve llanto y un leve moratón en su corporeidad mortal y rosa antes de continuar con los juegos. Cristiano Ronaldo, hecho de roca y músculo, de testosterona y ánimo competitivo, nunca ha podido superar como futbolista a Messi, porque Leo juega desde el ilusionismo y su respuesta es tan imprevisible y risueña como la de un niño.   

Lo ha escrito Juan Cruz: “Messi ha sido, en veinte años, una enciclopedia de fútbol, basada en la confianza perenne de agradar a su abuela, a quien le dedicó tantos goles como marcó, desde el principio al momento actual de su carrera”. Porque Messi es una especie de Peter Pan vestido de blaugrana, que no vuela sino que corre y corre sobre un tapete verde con olor a yerba recién regada con el balón persiguiéndole, ya está dicho, juega como un niño, y los niños sienten hacia sus amigos una adhesión inquebrantable y emocional, de ahí la reacción airada de Leo al enterarse de que el F.C. Barcelona ha decidido prescindir de Luis Suárez, su mejor amigo sobre el campo, su compañero inseparable en los mares cálidos del verano. Porque Messi no afronta las temporadas futbolísticas como una competición, sino como una diversión. El enfado de Messi es un enfado de niño, con lo que ello conlleva de dolor y molestia: el dolor contagioso de un niño y el fastidio que provoca su llanto.

El ‘caso Messi’, en cualquier circunstancia, aparece envuelto en melancolía, en nostalgia, lo circunda la música triste y desgarrada de un tango. Leo Messi, al emprender alguna de sus jugadas sensacionales, pinta sobre el campo sueños imposibles de fútbol.

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