Ese paso, en la Bornholmer Strasse, quedó para la historia como el primero que permitió el tránsito libre, después de que el miembro del Politbüro de la extinta RDA, Günter Schabowski, leyera el 9 de noviembre de 1989, en rueda de prensa, el comunicado de la República Democrática Alemana por el que quedaron abiertas las fronteras.
Merkel acompañó ayer a esas personas en la recreación de ese paseo hacia la libertad, no sólo como jefa de Gobierno de Alemania sino también como una de las miles de personas que esa histórica noche cruzaron al Berlín occidental por la Bornholmer Strasse, en la mayoría de los casos sólo por unas horas.
La canciller destacó que esta marcha popular ha sido, dentro de los actos con los que ayer se conmemoró el vigésimo aniversario de la caída del Muro, “lo más parecido a lo que ocurrió aquella noche”, mucho más que “los encuentros diplomáticos”.
Merkel, nacida en Hamburgo y criada en la RDA, no sólo ejerció de maestra de ceremonias y revivió su paso al otro lado sino que además actuó de improvisada periodista, preguntando a los testigos por su experiencia de aquella noche y distribuyendo el turno de palabra, micrófono en mano.
La Cancillería convocó en octubre a este acto y buscó por internet a testigos directos que cruzaron el puesto de la Bornholmer Strasse la noche del 9 de noviembre de 1989, entre los barrios de Prenzlauer Berg (este) y Wedding (oeste) de la capital alemana.
Durante la división de Berlín, que duró de 1961 a 1989, la llamada Franja de la Muerte discurría junto al puente de metal que corona la estación ferroviaria de la Bornholmer Strasse. Menos mediático que la Puerta de Brandeburgo, ese control fronterizo fue, sin embargo, el primero que permitió el paso generalizado, ante la presión popular de las cerca de mil personas que se agolpaban ante su puerta.
Los primeros germano-orientales fueron cruzando el paso con cuentagotas a partir de las 21.30 (hora local) pero, conforme se sucedían los momentos de tensión, los responsables del control decidieron levantar las barreras dos horas después.
La apertura del puesto de la Bornholmer Strasse, a las 23.20 horas, se considera el inicio de la caída del Muro. En apenas unas horas cruzaron por ese paso unas 20.000 personas, incluida la canciller, quien luego regresó a su domicilio en el este berlinés.
En los otros puestos fronterizos de la capital se repetían la misma situación: miles de personas deseosas de disfrutar de la nueva libertad de viajar y soldados desbordados ante una avalancha humana para la que no estaban preparados.
Lo que podría haber terminado en un baño de sangre –si los soldados fronterizos hubieran recurrido a las armas ante tal avalancha humana– pasó a la historia sin embargo como la culminación de las ansias de libertad del pueblo germano-oriental.
Por la noche, tuvo lugar otro acto emblemático, cuando Lech Walesa, puso en marcha la operación de derribo del dominó gigante con el que se simbolizaba el fin del Telón de Acero.
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