Tiene razón, estimado lector, se repite el titular, pero es tanto lo que regala un ejemplar que mereció la posposición de la fecha. Hace tres meses hacíamos referencia a su celebración sin actos presenciales. No pensamos en un traslado de la jornada y al enterarnos, no hemos tardado en felicitar incendiando las redes sociales con recomendaciones. El libro se lo merece y quizás una de las razones para la elección de un veintitrés caluroso, haya sido la cercanía de las vacaciones o el pleno disfrute de las mismas. De acuerdo, le hemos echado horas durante el confinamiento, pero la lectura sólo cansa a quien gusta poco de ella. Los otros, mientras estamos entre páginas, únicamente hacemos caso al reloj biológico o al dolor en el coxis por tantas horas de sillón. En esta ocasión algunas librerías han sacado una mesa a la calle, como un guiño a la feria que no ha podido tener lugar. Nos queda el recuerdo del año anterior, de todas las vividas y la esperanza en el año próximo.
En este caso y con más razón aparecen los momentos inolvidables en la cola de un autor conocido, con los ojos como platos para no perdernos un detalle de los minutos y las palabras dedicados mientras nos firmaba el ejemplar, la mano sujetando las hojas, la otra escribiendo la dedicatoria, comparándolas con la primera vez que las vimos en La Isla, cuando glosó la figura de Luis Berenguer o inauguró nuestra Feria del Libro. De entonces rescatamos la alameda rodeada de casetas, una abierta para celebrar tertulias y talleres, junto a la de los sorteos, y en el centro dos o tres puestos amontonando libros viejos, dos palabras que definen la materialización de la ternura, desgastada por tantas caricias, las únicas que huelen, pesan y habrán hecho cabecear a más de una mesa de noche con peligro de caída. Cuando hemos cogido uno de este cesto, la imaginación se nos ha disparado al leer una dedicatoria. Una nota al margen nos ha llevado a noches interminables, viajes entretenidos que acabaron en la estación del sueño. Un subrayado nos ha declarado este amor especial de quien inició este hermoso viaje durante la vigilia, acompañándose de lo imaginado y lo escrito poco antes de coger el lápiz. Sus páginas nos encienden la imaginación.
Detenerse, abrir, curiosear, comprar, tener un libro viejo es detener el tiempo entre las manos, por tanto no envejece, sino que se hace antiguo, como todo lo que tiene valor. A pesar de lo distinto, feliz día.
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