El Sevilla-Betis que reanuda la Liga en el Sánchez-Pizjuán vivió unos prolegómenos extraños, radicalmente diferentes a los de un derbi sevillano debido a la escasa presencia de aficionados en los alrededores del estadio, y con una nutrida presencia policial y medidas higiénicas extremas para la prensa acreditada.
A la llegada en autobuses de ambos equipos, y al contrario que en los derbis en los que se registra presencia de público, las aficiones no tuvieron que ser separadas por la Policía, más de quinientos efectivos y entre ellos fuerzas antidisturbios y numerosos agentes a caballo, debido a su exiguo número y al ambiente de camaradería reinante.
La relajación vivida en los aledaños del Sánchez-Pizjuán contrastó con el estricto protocolo al que fueron sometidos los escasos periodistas acreditados para el encuentro.
Los representantes de los medios de comunicación fueron subdivididos en grupos -radiofonistas, fotógrafos y redactores- que ingresaron de forma escalonada en las instalaciones después de tomarse la temperatura en la puerta y desinfectar sus equipos con una solución alcohólica.
Los seis representantes de medios escritos, que deben abandonar el estadio diez minutos después del pitido final, fueron conducidos a los pupitres por agentes de seguridad que les proporcionaron una mascarilla y un par de guantes de los que no podían desprenderse en toda la velada.
El único alivio a esta normativa llegó ante la imposibilidad de teclear con las manos enfundadas en látex, lo que propició, tras una breve negociación, que los guantes fuesen a la mochila como 'souvenir' de una noche histórica por tantos motivos.
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