Lo que queda del día

Tres meses después, y 10 años también

A falta de fútbol, han tenido la oportunidad de saltar al campo y brindarnos la victoria de la unidad, y se han limitado a marcarse goles en propia puerta

  • Diez años del Mundial de Sudáfrica -

Durante las tres últimas semanas, el canal Vamos de Movistar, ha estado ofreciendo cada sobremesa los partidos de fútbol de la Selección Española correspondientes a las Eurocopas de 2008 y 2012 y al Mundial de 2010, que son el compendio de cuatro años inolvidables, gracias al juego, una generación de jugadores irrepetibles y los títulos alzados al final de cada una de esas competiciones. Esta semana están emitiendo los correspondientes al torneo celebrado en Sudáfrica, del que se cumplen ahora diez años exactos -una década ya del “Iniesta de mi vida”-. He visto algunos fragmentos de cada partido apoyado en mi memoria selectiva, que aún conserva el recuerdo intacto de cuándo llegaban los momentos decisivos, casi siempre en la segunda mitad, aunque había olvidado una de las poderosas sensaciones de aquel campeonato: el sonido atronador e incansable de las vuvuzelas durante cada partido. 

Aún conservo grabadas en VHS las finales del Barça ante la Sampdoria, la del oro de la Selección en las Olimpiadas de Barcelona 92 y algún que otro partido mítico, pero en rara ocasión he vuelto a verlos pasados todos estos años, como si carecieran de emoción una vez conocido el resultado, cuando tal vez la emoción resida en el propio juego o en cómo se desarrolló el partido, por el mero valor del azar o alguna pretendida justicia poética, aunque sepas el momento exacto en que Kiko va a marcar el 3-2 o en el que Koeman la va a clavar junto al palo que defiende el portero italiano. Lo he comprobado hoy al revisar la semifinal jugada en Durban ante Alemania. Sabes que el partido acabará 1-0; sabes que mediada la segunda parte Pujol se elevará entre la defensa teutona y conectará un testarazo imparable para Neuer; que Pedrito debió pasarle el balón a Torres para sentenciar a placer poco antes del final, pero quiso coronar un partido soberbio con el gol que no pudo ser; que Casillas aparecería ante las escasas ocasiones del rival; sabes que pasamos a la final..., y sin embargo he visto el partido casi con la misma emoción y nervios que entonces.

Muy bien, ¿y qué? Pues que esa emoción tiene mucho que ver con una afición concreta, con unos colores concretos, con un deporte concreto, pero también con unos recuerdos concretos que escapan al ámbito futbolístico y que permanecen vinculados al de la situación del propio país entonces, a nuestra realidad de entonces. Habían transcurrido dos años desde el inicio de la crisis económica, dos años del estallido de la burbuja inmobiliaria, dos años de destrucción de empleo, de cierre de empresas, de desahucios, de colas a las puertas de los comedores sociales, de jóvenes emigrando al extranjero en busca de mejores empleos, del euríbor por las nubes, de los hombres de negro de la troika, de la prima de riesgo disparada, de volver a casa de los padres, de los abuelos como sostén económico de muchas familias, de los nervios a flor de piel. No es que el fútbol ayudara a resolver nuestras vidas, ni mucho menos -en todo caso la de los futbolistas, el equipo técnico y la Federación (a ésa sí que se la resolvió, aunque terminó por convertirse en su propia ruina)- pero la emoción de aquellas gestas agitaron nuestra existencia y, ahora, al volver la vista atrás, no solo recuerdas dónde estabas cuando el gol ante Holanda sino tu propia vida de entonces.

Este domingo se cumplen tres meses desde que se confirmó el primer caso por coronavirus en la provincia de Cádiz. Desde aquel 7 de marzo, 1.584 personas han contraído la enfermedad, 159 han fallecido a causa de la misma y 318 siguen luchando para superarla. Cuando dentro de diez años recordemos las semanas de confinamiento, el miedo, la ausencia de besos y abrazos, la solidaridad, las videollamadas..., y, también, las mentiras, las falacias, el revanchismo, los fallecidos convertidos en números, los mayores en sus residencias... solo nos quedará el pesar de los días, incluso cierta sensación de vacío por los tres meses robados, irrecuperables, ante la ausencia de unidad y perspectiva común de quienes se sientan en el Congreso. A falta de fútbol, han tenido la oportunidad de saltar al campo y brindarnos la victoria de la unidad frente a un enemigo común, y se han limitado a marcarse goles en propia puerta en favor del olvido.

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