Matrícula de deshonor

Andaluz

Me da la sensación de que los andaluces no nos cansamos de tener que estar justificando constantemente nuestra forma de hablar

Publicado: 18/05/2020 ·
11:59
· Actualizado: 18/05/2020 · 11:59
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Me da la sensación de que los andaluces no nos cansamos de tener que estar justificando constantemente nuestra forma de hablar, de expresarnos o de sentir la vida de una manera muy particular. No nos cansamos de tener que estar dando explicaciones por todo y para todo cada vez que un andaluz alcanza un rol de importancia en este país, como si fuese “raya en el agua”. Me indigna tener que estar dando explicaciones sobre la cultura andaluza, apoyando nuestros argumentos en autores consagrados como tarjetas de presentación ante tanto ignorante. Es curioso cómo soltamos a García Lorca o Machado, cómo apelamos a Trajano y Adriano ante cualquier ataque de algún intelectual que por tener un ‘habla’ diferente parte de una premisa superior, dándose de bruces ante tanta ineptitud.

No seré yo quien intente justificar mi acento, dado que me siento muy orgulloso del lugar donde nací, con todo lo que eso conlleva, para lo bueno o malo que esta tierra tiene, que no es poco. No seré yo quien intente cambiar mi particular forma de expresarme para lograr dar un visión más castellana, que no más culta. Yo jamás volveré a prostituir mi dignidad. Ya en mis tiempos de juventud, bajo la dirección del conocido actor Mariano Peña, rechacé un papel en una obra de teatro por mi acento andaluz, dado que no podía acceder al del señorito y sí al del servicio.

Vivir y estudiar en Madrid me dio capacidad para saber lo que se cuece por esos lares, pensando que en Andalucía todos somos como “el risita o el Pozí”, con todo el respeto, confundiéndose una parte por el todo, y particularmente, ni soy gracioso ni sé contar chistes. Pero es cierto que perdí mucho tiempo dando explicaciones y sacando a relucir nuestra historia y nuestros grandes profesionales, para no sentirme como un ciudadano de segunda, algo que dejé de hacer hace ya muchos años.

Andalucía y sus andaluces no tienen ni deben defenderse de ataques absurdos, no deben responder a personajes como Pablo Moto ante preguntas que degradan nuestro habla, que yo no considero dialecto, o por lo menos, no lo entiendo como algo estigmatizado de inferioridad y que obstaculiza la relación entre iguales. Jamás volveré a tolerar ni concebir que la forma de expresarme esté determinada y catalogada en un sistema absurdo piramidal desde un prisma totalmente erróneo e inadmisible, y por supuesto, que este acento nuestro determine mi capacidad cultural ni intelectual. “El premio que más me estimularía: el poder vivir en andaluz, percibir en andaluz, ser en andaluz o escribir en Andaluz” (Blas Infante).

 

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