La tradición escocesa emigrada a EE UU, país que la popularizó a través de su industria cultural, ha servido para que los pequeños practiquen el inglés, se disfracen de brujas, vampiros y fantasmas y pasen una jornada escolar distinta a las demás acompañada de pintacaras a cargo de una madre voluntaria, un pase de modelos, una obra de títeres en inglés protagonizada por padres y madres y un desayuno terrorífico.
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