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Sevilla

Sevilla, coronavirus y alerta, la ciudad desangelada

Amanece Sevilla cumpliendo estrictamente el estado de alerta, sin bares ni bullicios en los desayunos. La ciudad no está parada pero sí desangelada

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Amanece Sevilla cumpliendo estrictamente el estado de alerta, sin bares ni bullicios en los desayunos de los domingos. La ciudad no está parada pero sí desangelada. Salpicada de transeuntes que se distancian de forma mecánica a más de un metro y medio de los otros, van a comprar el pan, alguna medicina o a pasear a sus perros, mirándose con cierta comprensión entre unos y otros.

Sólo desentonan los turistas que en parejas o en pequeños grupos intentan ver algo de una ciudad cerrada, que no vacía.

Desde que la Policía Local de Sevilla iniciara el sábado a lo largo de la tarde-noche su campaña para informar a bares, restaurantes y demás establecimientos de hostelería, el estado de alerta se ha impuesto en la ciudad y el cumplimiento es tan alto que sorprende, por ejemplo, ver calles habitualmente atestadas de veladores, en el centro o en Triana, por ejemplo, sin que pase un alma, con los patrulleros e incluso coches policiales camuflados, haciendo la ronda.

Los sevillanos han aprendido pronto la lección y, si van a la famarcia, aguardan en el exterior, a una distancia de metro y medio del siguiente, a que les llegue su turno. Con filosofía se espera igual en la cola del pan, si vas a entrar en la tienda de alimentación o tienes que sacar dinero en el cajero. Distancia, mucha distancia, evitar cualquier posibilidad de contagio. Y luego, a casa.

En los bloques, desde ayer, el runrún de niños, de vida y, sobre todo, de televisión es un murmullo casi constante, apenas roto con la masiva salida a las diez de la noche a balcones y ventanas en un aplauso unánime de respaldo a los profesionales sanitarios.

 

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El sonido de la misa se ha colado esta mañana en más de una vivienda, después de que la Archidiócesis de Sevilla ordenara el sábado cerrar todas las iglesias como medida para frenar la extensión del coronavirus y cumplir, además, con el estado de alerta decretado por el Gobierno central.

Con el paso de las horas, comenzaron a abrir algunos de los establecimientos que distribuyen comida a domicilio. Los "riders" o repartidores en bicicleta de las principales empresas que operan en la ciudad esperaban, guardando muchos el espacio entre ellos, a las puertas de pizzerías o hamburgueserías cuyos trabajadores, con guantes y mascarillas muchos de ellos, seguían en el interior de los locales su ajetreada labor pero sólo para atender las comidas por encargo. La mayoría habían dispuesto mostradores o separadores para que no se entrara al interior del local, mientras los riders se protegían con guantes, mascarillas o cualquier otro elemento que evitara contagios innecesarios.

La ciudad parece estar en un perpetuo 12 de agosto a las cuatro de la tarde, con la diferencia de la temperatura y de que los sevillanos han recuperado sus terrazas, balcones e incluso las ventanas para tomar algo del fresco que no le permite disfrutar el estado de alerta. Al sonido de la televisión se le unen algún que otro corrillo familiar, algún que otro “concierto” improvisado y más de un melómano poniendo en alta voz su grupo favorito. Pero no muy alto, que se trata de dar vida al encierro pero no crear problemas ni desentonar.

Guiris en Marqués de Contadero.

Los que siguen desentonando son los guiris, que incluso han tomado el paseo de Marqués de Contadero como improvisado refugio para tomar el sol o pasear, aunque les dura poco la alegría con las periódicas patrullas policiales que les recuerdan que estamos en alerta y no de vacaciones. De hecho, sorprende ver llegar a las cuatro de la tarde a una pareja de extranjeros con el runrún de las ruedas de las maletas buscando su hotel por el centro.

De hecho, hasta el perfil de Emergencias Sevilla ha tenido que poner un aviso a los turistas en inglés para informar a los turistas de la situación de estado de alarma en el que nos encontramos:

 

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