El Laboratorio de Biología Marina de la Universidad de Sevilla ha publicado un nuevo estudio que demuestra la utilidad de emplear estaciones centinelas submarinas SBPQ (del inglés Sessile Bioindicators Permanent Quadrats) para detectar especies exóticas en áreas marinas protegidas, y monitorear el cambio climático.
El estudio se ha basado en la presencia en aguas del Estrecho de Gibraltar del alga exótica "Rugulopteryx okamurae", localizadas en costas de Ceuta y Tarifa y han empleado una estación SBPQ de cuadrículas permanentes en lugares estratégicos que encierran especies fijadas al sustrato, sensibles a cambios medioambientales, pero sin capacidad de desplazarse si las condiciones ambientales cambian.
Según ha informado la Universidad de Sevilla, estas cuadrículas sobre bioindicadores específicos se instalaron en 2013 en una pared rocosa vertical, umbría, del Parque Natural del Estrecho, y tres años después, en julio de 2016, la estación SBPQ de la Isla de Tarifa detectó la presencia del alga exótica "Rugulopteryx okamurae" y su ulterior crecimiento exponencial en 2017.
Esta macroalga, que afecta a las aguas del Estrecho de Gibraltar, proviene de Asia, pero ya se detectó en el Mediterráneo occidental en Francia en 2009, en la laguna de Thau, cerca de Marsella, probablemente introducida por el cultivo marino de la ostra japonesa ("Crassostrea gigas").
“Allí no ha propiciado una invasión probablemente por las bajas temperaturas del agua en invierno en relación con las que se registran en el Estrecho donde la especie se desarrolla con mayor virulencia y resulta más competitiva por el espacio”, ha explicado en un comunicado el investigador de la Universidad de Sevilla José Carlos García Gómez.
Los expertos concluyen que la nueva macroalga invasora ha cubierto literalmente la mayor parte de la biota marina nativa que habitaba superficies iluminadas de fondos rocosos del Estrecho, especialmente entre 10 y 20 metros de profundidad.
Esta situación es extraordinariamente delicada y se desconoce de momento cómo ponerle freno, para lo cual los investigadores tratan de averiguar qué nutrientes existen en el sistema que no utilizan las macro y microalgas autóctonas, los cuales están provocando un rápido crecimiento de la nueva invasora del Estrecho.
“La gestión de las especies exóticas con potencial invasor, a nivel mundial, debe conllevar la imposición de medidas preventivas (especialmente para las aguas de lastre) o en su defecto, de detección temprana. Por ejemplo, dentro o en las cercanías de los puertos donde ‘desembarcan’ por primera vez (en gran medida, por viajar asociadas a los cascos de embarcaciones), pues suelen pasar por una fase críptica o de adaptación, antes de expandirse de manera desbordante", según García Gómez.
La SBPQ de la Universidad de Sevilla en la Isla de Tarifa detectó el momento de rápida expansión de la especie en zonas umbrías del estrecho de Gibraltar y el momento previo, donde era poco abundante y parecía manifestarse de manera latente o en reposo.
"Si no se detectan estas especies en tales momentos, la situación puede descontrolarse. Es como poner puertas al campo … en el mar. Y es la que padecemos ahora y sobre la que, diferentes grupos de trabajo intentamos descubrir sus fortalezas y debilidades para proponer posibles medidas de mitigación de la especie”, ha añadido el investigador.
Los expertos alertan tiempos de cambio, con desplazamientos de numerosas especies debidos a la progresiva subida de la temperatura de los océanos y la comunidad científica ya habla de una ‘subtropicalización’ de especies del mar del norte, donde el jurel, la sardina, el boquerón y la caballa han aumentado su presencia, incluso a la entrada del mar Báltico, donde especies boreales locales –como el arenque o el espadín-, han disminuido su presencia.
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