Se refiere a esta columna. Desterremos el engaño a que se asocia la expresión, cuyo origen está, como saben, en La Mancha del medioevo, región de buenos caldos. Cuando un comprador novato procedía a la prueba, el bodeguero avispado le ponía un buen plato de queso, cuyo olor y fuerte sabor impedían al visitante distinguir el vino bueno del picado.
Ateniéndonos al tema, el cohete que regularmente aprovisiona la estación espacial internacional, a su carga habitual de ropa, frutas y verduras se ha añadido la de dulces y queso manchego. Por curiosa, esta noticia mereció su espacio como previa durante los informativos radiofónicos que rascan la medianoche, mientras los comentarios sonaban entre jocosos e incrédulos por lo insólito. Desde el respeto y la seriedad, no parace ésta una vianda para disfrutarse en un cohete. Seguro que habrá sido envasada al vacío. Al abrir el continente, se habrá liberado el aroma inconfundible que se asocia a las porciones terminales de las extremidades, asociación a la que habrá que buscar su origen, porque el parecido queda a la conclusión particular o discreción de la nariz.
Volviendo al tema, hay que imaginar el receptáculo destinado al condumio, inundado por el olor seco y fuerte del queso manchego, una especialidad exquisita para saborearla recién cortada, habiendo escuchado el golpe del cuchillo que a modo de guillotina corta la cubierta y reposa en la madera, haciendo caer el trozo, esperando los dedos que lo cogerán para llevarlo a la boca, morderlo y notar el picor salado en las encías a medida que se va masticando, mientras las migas se pellizcan a escondidas con la prisa del disimulo. Un rito, un proceso que difícilmente se podrá llevar a cabo en ese lugar. Sin embargo, los tripulantes habrían podido esperar un poco para paladearlo como se merece.
Al fin y al cabo, los casi nueve meses de permanencia están al terminar. Lo único es que ninguno de ellos pasará por algún lugar de La Mancha después de regresar a la tierra y donde viven es difícil encontrar este manjar. Una posibilidad sería copiar la iniciativa de Antonio Banderas con el jamón sustituyéndola por el queso. Quizás se esté haciendo, pero será ahora cuando repercuta, al haber sido recogido por los medios de comunicación. Seguro que los astronautas se habrán quedado con ganas de más, sin reparar mucho en el olor. No habría sido lo mismo si en el envío hubieran incluido unos continentes con unas cuñas de exquisito cabrales.
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