Jesús Picardo Fontao, Suso, porque cuando nació y le pusieron de nombre Jesús una tia suya dijo que lo llamarían Suso, como un amigo gallego que tenía (la tía). Ahora, como están las cosas, se llamaría Xuxo, que es más gallego todavía pero Suso Picardo nació antes de que las cosas se pusieran como están a nivel de autonomías.
Era de los que comenzaron a practicar surf en la playa de Camposoto cuanto aún había alambradas, que se saltaban olímpicamente y de los que fundaron el Clob de Sur Campoloco. Lo de loco porque es lo que lo llamaban el paisanaje con eso de ir a montarse en una tabla en invierno a la playa.
En aquellos tiempos no había tablas de surf de diseño sino corcho o algo que flotara, que se lo vieron hacer a algunos que lo practicaban en Cortadura y en Torregorda, cuando Torregorda era una playa militar.
El neopreno era parecido al de ahora en aspecto, pero no salvaba del frío hasta el punto de que Suso, que ya tenía un Vespino para ir a la playa, cuando salía del agua y volvía para su casa ponía el pie en el tubo de escape para calentárselo porque lo sacaba del agua blanco como un anuncio de detergente. Y no le daba tiempo a quemarse.
Luego ya vino la moda, los jóvenes se hacían con tablas medio en condiciones y de segunda mano y hasta surgieron tiendas en La Isla que vendían material de surf y que todavía las hay. Unas se quedaron por el camino y otras permanecen y son ya parte de la historia de este deporte. Por que ahora es un deporte; antes era sólo una locura.
En San Fernando hay registrados en ningún registro medio centenar de surferos, a los que se unieron luego los winsurferos con sus velas y después los del katesurf, esos que cogieron los paracaídas de los parapentes y los pusieron a volar como cometas. Pero en el agua.
La mayoría de ellos pupulan por los Caños de Meca, donde están las olas más altas de todo el litoral que no tiene nada que ver con esas olas de muchos metros en las que los surferos entran y salen y son auténticas postales.
Pero aún así, como las olas gaditanas no tienen la entidad de las de Portugal u otras famosas en el mundo del surf, la gente que no es tonta encontró como aliado al viento y de ahí que las velas y los katesurf llenen el paisaje de color más en invierno que en verano.
En Camposoto no hay olas grandes pero tiene una ventaja. Su oleaje es ideal para que los más pequeños y los que no saben aprendan a batirse el cobre con el mar sobre una tabla. Por eso hay una escuela de surf y por eso tiene porvenir en esto de andar sobre las olas. Como Jesucristo en el Mar de Galilea, pero con los pies sobre un corcho
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es