Juan Carlos se jugó el tipo por su empresa. En cuanto la crisis comenzó a llevarse por delante empleo, el gerente de Obras y Excavaciones Manzano (Oexman) hizo las maletas y puso rumbo a Kenia para abrir mercado. Aquí pintaban bastos y tenía en plantilla a 250 trabajadores y una sociedad familiar con más de 20 años de existencia bajo su responsabilidad. Quiso probar fortuna también en Libia, pero justo un día después de poner un pie en Trípoli, la revuelta popular contra Muamar el Gadafi, en 2011, frustró cualquier expectativa. Tuvo que agenciarse él mismo el pasaje para viajar a bordo de un avión civil con otras seis personas de diversas nacionalidades, mientras la Embajada estaba desbordada.
Su vuelta a España no fue fácil en absoluto. Las decisiones drásticas que tuvo que tomar a su regreso a Arcos, tampoco. “Perdimos mucho dinero por no dejar a la gente en paro” cuando la tormenta arreciaba, recuerda, pero no había alternativa o acabaría perdiéndolo todo. Para entonces, el 60% de los ocupados en el sector en 2008 estaba en la calle y hasta 43 firmas se declararon en quiebra en solo un año.
Miguel González Saucedo, presidente de la Confederación de Empresarios de Cádiz (CEC) y cabeza visible de Vipren, una de las empresas de la construcción con más dilatada y reconocida trayectoria en Andalucía, también fue víctima del tsunami económico. De 480 trabajadores, pasó a 40; de casi 900 camiones diarios de reparto de material, a 80 o 90. El cierre en 2014 fue inevitable. La salida de la CEC, también. Era imposible seguir adelante. Los bancos cerraron el grifo. “No hubo crisis en la construcción, hubo crisis financiera”, asegura, y le tocó al sector pagar la factura. No había liquidez ni crédito. Y el Gobierno decidió rescatar a las entidades bancarias.
“Con mucho menos dinero, apoyando a las empresas del sector, habría salvado muchos puestos de trabajo”, reflexiona. Pero no se hizo y, hasta 2016, el sector siguió cayendo en picado. Justo ese año, González Saucedo volvió al mercado con la distribución de materiales de construcción. Nada de fabricación por el momento. Él, sus hermanos y un cuñado. Pero el panorama, pese a la leve recuperación de los tres últimos años, no invita al optimismo.
“Hay constructores y promotores que tienen el suelo y hasta el dinero para hacer vivienda pero si los bancos no van a dar crédito para que adquiera una, quién se va a meter a hacer ninguna obra?”, explica. “La crisis no ha pasado”, remacha Manzano, quien ahora solo emplea a unas 40 personas.
“No hay relevo generacional ni mano de obra especializada”, apunta, y advierte de que los márgenes de beneficio, con adjudicaciones a la baja, impiden que se invierta en mejoras. “Hasta estamos haciendo obras a pérdidas solo para no perder la calificación empresarial”, exclama. Por eso, remarca, es importante el apoyo de las administraciones públicas. “Hay necesidad de infraestructuras”. Desde carreteras a colegios. Y el sector necesita actividad. Nadie sueña siquiera con recuperar el ritmo de hace 15 años. Pero hace falta estímulo para dejar atrás de una vez el pozo.
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