La Pasión no acaba

Amigos de asesinos

Dijo Monseñor Amigo que sintió algo fuera de lo común, un sobresalto, una intuición, un sonido que nada tenía que ver con el silencio de una noche de enero...

Publicado: 29/01/2020 ·
18:41
· Actualizado: 29/01/2020 · 18:41
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  • Acto de homenaje a Alberto y Ascen. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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Dijo Monseñor Amigo que sintió algo fuera de lo común, un sobresalto, una intuición, un sonido que nada tenía que ver con el silencio de una noche de enero en los aledaños de Palacio. Se despertó con estrépito. Había sido la muerte, pero la cobarde, la turbadora porque actúa y huye por las cloacas de la poca vergüenza. Ella, canalla, pululaba por el alma de una oscuridad inocente. Olía a pólvora en el cielo de la ciudad más hermosa del mundo. Los pistoleros habían decidido terminar con la vida de Alberto y de Ascen, dos personas buenas, inocentes, padres de familia, trabajadores, honrados, cívicos, normales, corrientes. Gente con valores, con cimientos de educación que les permitían vivir y dejar vivir en libertad, enemigos de extremos y de odios. Personas cabales, cordiales, dialogantes, formadas y libres, hasta que los asesinos llegaron al convencimiento de que no merecían existir y, por odio -y sólo por odio- dispararon sin piedad a un matrimonio que terminó (juntos los dos como siempre) cayendo en la calle Don Remondo para llenar de sangre nuestro suelo y empapar de rabia nuestros corazones.  


Había sido ETA. Los criminales salieron a correr atravesando la noche de Sevilla mientras Alberto y Ascen, juntos hasta que la muerte los volvió a unir, yacían ya sin vida a un paso de la altísima Giralda que asistió a la ejecución sin poder agacharse para evitarlo. Era 30 de enero de hace hoy veintidós años. Veintidós años, sí. Y todavía huele a pólvora y a rabia en el recuerdo, en las paredes, en las agendas de Sevilla, en el repeluco de su familia que asiste -con un bocado tremendo en el pecho- al olvido, a la normalización de una serie de asesinatos despiadados que van a pasar a la historia como capítulos de algo que llaman “conflicto”, eufemismo que sirve para englobar en un intento maquiavélico de justificación una catarata de crueles crímenes horrendos que alcanzan casi el millar de ejecuciones despiadadas.


Hoy es 30 de enero. Sigue pasando el tiempo. Quienes decidieron asesinar a dos personas inocentes (Alberto y Ascen) siguen defendiendo que España les oprime, les aplasta, les castiga. Y, lo peor, cada vez son más personas las que defienden que los asesinatos que protagonizó la banda terrorista ETA fueron la consecuencia más o menos justificada de un conflicto o problema territorial y político. En días como hoy el olor a muerte le abre un resquicio a la indignidad. Todavía nos quieren vender  que quienes justificaron, aplaudieron y aún hoy sienten el orgullo de haber estado  cerca de los asesinos y su causa criminal, pueden estar cerca de un gobierno que defiende y ama la libertad.

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