La tribuna de El Puerto

Ignacio Rosso, el poeta de mi infancia

El discípulo de José Luis Tejada, le regaló a la ciudad de El Puerto de Santa María poemas tan bellos y personales como “Testamento”

Publicado: 29/11/2019 ·
10:32
· Actualizado: 29/11/2019 · 10:33
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Francisco Aurelio Dávila Rosso

Hoy mi escritura homenajea al rey de la guasa; al primer poeta de mi familia que entre versos y recuerdos se ha marchado para siempre y con el cual se ha cumplido su última voluntad: Volver al polvo y mezclarse con las olas de la Bahía gaditana. Él causó en mí un gran impacto e hizo que al verlo recitar en mi infancia, surgieran en mí necesidades poéticas de clamar y gritar todo cuanto se siente, todo cuanto cobra vida en un poema.

Me permitió no solo mojar pan en su plato de menudo sino también acariciar las mieles de su elegancia literaria y descubrir las satisfacciones que produce un verso bien terminado. Intentó aunque fallidamente, hacerme sentir la pasión por la naturaleza, los animales y el campo.

Yo, señorito de ciudad en todas sus connotaciones veía con admiración y con cierto asombro la familiaridad y facilidad con la que aquel hermano de mi madre ponía en sus manos un insecto, un ave o cualquier tipo de criatura a la que él miraba y trataba con delicadeza y respeto  y por la que yo, en la mayoría de los casos, sentía absoluto  rechazo y terror.

El poeta que tenía que agarrarme y lanzarme por los aires para que me tirase a parar un gol y me llenase de tierra la equipación del Betis, se ha ido cuando ha querido y ha dejado tras de sí, el inmenso sentir poético de su intelecto y de sus emociones. Llegó a este mundo en noviembre del año cuarenta y siete y se marchó el mismo mes,  setenta y dos años más tarde.

Llegó a decir y a escribir que en la escuela sólo aprendió a conjugar el verbo “amar", aunque sin saber a ciencia cierta, si lo hacía correctamente. El que fuera Oficial Radiotelegrafista de la Marina Mercante, recorriese los mares  y publicase su libro “Ritmos bravíos” en mayo de mil novecientos setenta y nueve, ha marcado profundamente a cientos de  personas que desde el mismo momento en el que se hizo pública la noticia de su fallecimiento en los medios de comunicación, han expresado el dolor por su pérdida y la impresión unísona de su buen carácter y de su calidad humana.

El discípulo de José Luis Tejada, le regaló a la ciudad de El Puerto de Santa María poemas tan bellos y personales como “Testamento”, “Camino de los enamorados”, o su poema “Entera te quiero España”, en el cual se aprecia una vigencia aterradora pese a los cuarenta años pasados desde su escritura y publicación. Nadie podrá olvidar a Ignacio y aunque la vida deba continuar pese a su ausencia, para muchos que lo amaron será poderoso el pensamiento de, como ya dijo él en un verso “que vivir sin tí es estar muerto”.

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