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En cuanto se tercia, los cañones apuntan hacia los colegios. La blanda carne cerebral de nuestros niños es un territorio ansiado por el poder para su hincada...

Publicado: 24/11/2019 ·
22:32
· Actualizado: 24/11/2019 · 22:32
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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En cuanto se tercia, los cañones apuntan hacia los colegios. La blanda carne cerebral de nuestros niños es un territorio ansiado por el poder para su hincada de bandera. Al poder lo podemos denominar Gobiernos, pero también padres, lobbys y grupos religiosos. Antes de que haya aprendido a toser, el nuevo ser ya está inscrito en algún club futbolístico y bautizado en el credo familiar. La semilla que dejaremos en la tierra la queremos parecida a nosotros, a nuestros intereses.


Sacar los crucifijos de las aulas motivó una pugna en la que se sucedieron manifestaciones y novenas. Hablar en clase de cambio de sexo es hoy el nuevo anatema, por más que, en el pupitre de al lado, nuestra hija intercambie el sacapuntas con alguna persona inmersa en ese tránsito. Seamos positivos y reparemos en que este debate trans llega cuando nuestros compatriotas más ibéricos han superado el dilema de la homosexualidad como delito moral. Resultan escasos los ciudadanos que se atreven a criticar algo que producirá de nuevo, el mes que viene, escenas tan tiernas como dos chicas paseando de la mano mientras recorren Belenes. O recordemos aquél momento de post iberismo, cuando Rajoy acudió finalmente a la boda de su Javier Maroto con José Manuel (además en el País Vasco).


El paso que aparece en el horizonte marca una pisada a contra mano en el camino de eso llamado civilización, aunque lógica en esta nueva etapa que ha llegado por la vía de la estulticia de muchos votantes. Se trata de añadir la caza al currículo escolar, imagino que sin que los alumnos hagan prácticas de la materia.


Los colegios utilizados como campo de batalla es un clásico de la historia. La revolución se llamó siglos atrás educación accesible a muchos, luego incluso gratuita para todos. Ir a un aula a aprender del que sabe, rodeado por otros de muy diversa condición, me parece uno de las acciones más emocionantes de la especie humana.


Sobre la tarima puede situarse un profesor que enseñe la duda metódica como primera piedra para una vida plena, o el que escribe en la pizarra las diferentes formas de tirotear a una perdiz en celo. Seguramente también les explique que es costumbre un rezo colectivo de los fusileros antes de salir a la búsqueda de piezas que abatir, y que todo eso se puede denominar cultura. Imagino el silencio del aula roto por un sonido siseante, muy intranquilizador. Una alumna saca punta al lápiz, mientras mira directamente a los ojos del  profesor de Cinegética y Biodiversidad Abatible. Se avecina otra pugna. 

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