Una feminista en la cocina

True

En la ronda de las Dunas camino a la Comisaria de la Policía Local, hay noches con luna en las que el tiempo pesa.

Publicado: 22/11/2019 ·
09:04
· Actualizado: 25/11/2019 · 10:52
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

VISITAR BLOG

En la ronda de las Dunas camino a la Comisaria de la Policía Local, hay noches con luna en las que el tiempo pesa. Más bien parece que los muertos se sentaran a coger un frío que no sienten en la rabadilla de los huesos. Los pensamientos se agolpan mientras el coche rueda por asfaltos mojados de ganas de volver a verte.       

Las Dunas de San Antón, un ejemplo de masa arbórea integrada.

 Tus hijos se están yendo poco a poco como la vida, desangrada por vicisitudes, por idas sin billete de vuelta y noches en vela. Te siento tan presente que no ceso en el empeño de quererte. Muchos quisieran porque el amor sentido da grima, como la soledad y el hastío. Todo lo que no termina en felicidad, sonrisas Profiden y marcas caras no es evaluable, ni saca la anotación al margen de "Progresa adecuadamente". Ya no hay números primos, ni pares, ni impares para calificar nuestras excentricidades, porque los que hilamos las sílabas nos morimos de pena de que no nos quieran. La ronda de las Dunas de arenas perennes, pinos viejos y heces de perros amaestrados,  ya no me acoge en pasos acompañados con niños gritones revoloteando cerca. Ahora mis plantas son cansinos huesos artríticos y perezosos porque no hay camino que sea lo suficientemente bueno para llegar a ninguna parte.

Me deshago sin ti, deconstruida como plato de chef que ni harta, ni empacha más que virtualmente. Las noches de trasiego a extraescolares me han partido el alma con un cascanueces nacido de las brumas, perfumado por el aliento salino del mar invisible y las piñas, abiertas y abandonadas a su suerte. Esa luna que me vio llorar, me verá algún día levantarme y sonreír porque estás presente, porque lo que se quiere de verdad nunca muere. No será hoy, ni tampoco mañana, ni tendrá día fijo de fiesta marcado en rojo en el calendario. Como mucho irá acompañado de una sensación de paz interior que juraría no incluyeron en mi código genético. Se van tus hijos a hacer su vida, a romperse por esos mundos que Dios no guarda, pero el diablo entretiene con aquelarres a pie de rotonda y más luces y sombras que en el cuaderno de un dibujante de manga. Se podría pensar que los muertos acaban su periplo cuando fallecen, pero no si los quieres, si los piensas, si los sientes. Sé que a muchos les molestará esta fantasmagórica expectativa, porque son prácticos y avezados bailarines de una vida a la que tienes que plegarte porque si no te devora, pero el  “es lo que es” no me vale, ni las excusas, las explicaciones y los verbos irregulares de los demás conjugados a su santa voluntad imperante.

Puedo y quiero sentir, amar y penar a partes iguales, porque tus hijos se van con la candidez de tus ojos y la bondad de tu sonrisa en mitad de sus caras, mientras mi coche rueda y la luna se oculta para merecimiento de necios que creen que ni habla, ni escucha.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN