Atando Cabos

Rabietas

No podemos quedarnos en meros observadores críticos como cuando vemos que se enrabietan los hijos de los demás

Publicado: 20/11/2019 ·
09:01
· Actualizado: 20/11/2019 · 09:01
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente jubilada, integrante del Aula Atenea del Ateneo de Jerez y de varios clubes de lectura

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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A todos nos descomponen las rabietas de los niños. Forman un escándalo considerable con sus lloros, sus gritos y sus puestas en escena: se tiran al suelo, dan patadas, arrastran cosas. Se ponen tan rojos que parecen que se queden sin respiración, sudan tanto que se les pega el cabello. En ese momento deseamos salir corriendo, tanto si son los hijos de otros como los nuestros. Claro que si sin los nuestros, todos nos miran censurándonos por no hacer nada y es peor.

Ahora que la edad adulta no las hace desaparecer, sólo las transforma de molestas en peligrosas. Cuando los adultos las padecen se vuelven violentos, porque algunos, a pesar de haber crecido, siguen sin poder gestionarlas. Los ataques de ira los llevan a la violencia y a la venganza. Nadie puede decirles entonces, siéntate ahí y espera a que se te pase porque así no voy a escucharte ni a prestarte atención. ¿Será que nadie les dijo eso de pequeños, que sus progenitores cedían al chantaje emocional de verlos fuera de sus casillas y cedían? Una buena educación no tiene precio, aguantar el tirón y decirles así no, ya puedes llorar y patalear hasta que te canses.

De pequeños eran los padres, pero ahora es la sociedad quien debe actuar contra los que parten cosas y golpean a sus esposas, a sus hijos, a sus amigos o a algún desconocido que piensan que les ha herido o molestado. Todos debemos entender que somos parte, que no somos ajenos ante estas actuaciones. No podemos quedarnos en meros observadores críticos como cuando vemos que se enrabietan los hijos de los demás. Porque ahora es nuestro turno siempre.Para acabar con la violencia necesitamos una implicación global ciudadana, nadie puede quedarse esperando que los implicados resuelvan, porque ya no es un problema familiar sino social.

En el caso de la violencia de género no es suficiente con que la persona afectada llame a un número de teléfono. Los vecinos también deberían llamar a la policía. Y una policía especializada en el tema sería una gran ayuda. Personas que se formen en este tipo de violencia y se dediquen en exclusiva a ellos. Este grupo policial sería más eficaz en el seguimiento y actuación de salvar de la muerte a las mujeres en riesgo que todo lo que se ha hecho hasta la actualidad. Hasta ahora se pone hincapié en los trabajadores sociales pero una sección policial es indispensable. El número de mujeres asesinadas no para de crecer, a la corta, policía de género, a la larga es la educación la única que puede cambiarlo.

 

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