La tribuna de Viva Sevilla

Dejadme la Esperanza

La escritora Reyes Aguilar critica que los restos del genocida Queipo de Llano sigan a los pies de la Virgen en la basílica de la Macarena.

Resulta paradójico que en sus macarenas murallas cada noche fusilasen a tantos sevillanos como paradójico resulta que bajo el arco de esa Sevilla de intramuros, donde a la ciudad le late el corazón al ritmo del cimbreo de cinco mariquillas, descanse, a los pies de la Esperanza, quien ordenó dichos fusilamientos.

Más de cincuenta mil personas a las que ordenó asesinar, entre ellas a Federico García Lorca y a Blas Infante, que incitó a violar a mujeres republicanas y sembró en la carretera de Málaga el terror absoluto en Andalucía.

Resulta paradójico pedir por enésima vez que lo saquen y nos dejen la Esperanza, la que reside tan cerca de su privilegiado descanso, aquella que inunda las calles que siempre la esperan en la madrugada eterna, la de las camas de los hospitales, la misma a la que se aferraban las madres de aquellos macarenos que no volvieron nunca a sus casas y que aún no han vuelto, porque están en fosas comunes o en cunetas y resulta paradójico que una vez exhumado el dictador del Valle de los Caídos el traslado del virrey de Andalucía plantee dudas a la Junta de Andalucía, quien no tiene entre sus prioridades impulsar el sacar al general de la Macarena ni  cumplir con la Ley de Memoria Histórica.

Su consejera, Patricia del Pozo, responsable del departamento del que dependen dichas competencias, aseguró días atrás que una posible exhumación del genocida Queipo es un tema delicado sobre el que hay que dialogar muchísimo.

Considero que no hay nada que dialogar, solo aguantar la rabia que provoca ver su nombre sobre el suelo por donde diariamente pasan miles de personas para no perder la Esperanza, qué paradoja. La Macarena no es de nadie y es de todos, porque está en el aire, en el corazón y en los sentidos, así como en los ojos de quienes se acercan a Ella buscando la luz cuando todo está oscuro.

Al menos la Hermandad, en voz del primero de sus hermanos, abre la puerta al diálogo, que espero sea oído por la consejera; la postura de la Hermandad ante la situación sería la de acatar cualquier pronunciamiento jurídico que se produjese barajando la opción del columbario donde reposarían las cenizas de los hermanos, incluidos los de cuyo nombre no quiero acordarme.

Ya en su momento acató a su manera la Ley Estatal de Memoria Histórica difuminando aquel enaltecimiento, borrando de su lápida los símbolos franquistas y dejando en su lugar los macarenos;  el escudo de la Hermandad y un único título,  “Hermano Mayor Honorario”. Algo es algo; paradójicamente, falta mucho.

 “Cuando la Hermandad tenga las disposiciones que regulen la retirada de los restos y las instrucciones oportunas y precisas bajo el precepto legal, no se tendrá ningún problema en proceder, se hará lo que marque la ley”. Sinceramente, querido Hermano Mayor, querida Consejera, queridos sevillanos, no merece la Virgen tener a nadie a sus pies, solo a la escolta de la Legión Tercera  que defiende una Sentencia y las órdenes que dictan las veintiuna plumas de su Capitán o a los ciriales entre la algarabía cuando salen o cuando vuelven; cansados, llorones, tristes y apagados.

No merece Sevilla tenerle ahí, ante la mirada que llora y que ríe, la del andar melancólico y maestrante, la que deja al pasar esa desconsolada soledad luminosa y alegre llena de golondrinas.  Descansa Juanita Reina con la Esperanza Macarena en sus cantes lejos de Ella, y Joselito el Gallo, aquel por el que se la vistió de negro, el torero macareno que la quería bajo varales de oro, el de las mariquillas, sístole y diástole de la ciudad. Ni el tambor de Pepe Hidalgo, ni la aguja de Rodríguez Ojeda, ni el martillo de Miguel Loreto descansan  a sus pies, mucho menos lo merecen aquellos que solo poseen como suyo la vergüenza y la memoria dolorosa de una época terrible. Como dijo Miguel Hernández en su canción última, “El odio se amortigua detrás de la ventana, será la garra suave. Dejadme la Esperanza”.

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