No había terminado aún el recuento de los votos y el secretario general del Partido Popular salió atrevidamente para hacer la intervención televisiva de su vida. Pidió la dimisión inmediata de Pedro Sánchez, dado que, aunque había ganado las elecciones con el 28% de los votos, había descendido tres escaños hasta quedarse en 120. De momento. Quedan por escrutarse los votos del exterior. El señor García Egea sabía que en su Murcia natal el partido ultraderechista le había ganado al suyo y a él personalmente, como cabeza de lista, -que gobierna allí con Ciudadanos y Vox- y era el primer partido en en la Región de Murcia. Pero de eso no había que decir ni pío. Era la única comunidad de toda España donde ha triunfado Vox, pero eso era debido a las inundaciones y el viento. Él no tenía que verse afectado por la derrota climatológica. ¿Se puede llegar más lejos en la dureza del rostro?
Con estos antecedentes del famoso lanzador de huesos de aceitunas -con premio incluido- preparaba el terreno para la gobernabilidad de su amada patria -España- y daba los pasos para ofrecer la responsabilidad y la generosidad del nuevo y moderadamente barbudo Partido Popular para que gobierne la lista más votada, como ha repetido dicho partido miles de veces en ayuntamientos, en comunidades y en el gobierno nacional... hasta que sumando con Vox y Ciudadanos ha podido desbancar a las listas más votadas. Y como hubiera hecho en el Congreso en un periquete, de haber podido. Los blanqueadores no han parado de dar cal blanca a los de alma negra.
La impertinencia política ha hecho carrera en España. Sólo cabe recordar los “piropos” lanzados en sede parlamentaria y en ruedas de prensa del caído líder de Ciudadanos -Albert Rivera- ejemplo mundial de tirar por la borda a un partido llamado a regenerar la vida política y que se ha diluido - o va camino de ello- en el seno del PP hasta hacerse invisible en el gobierno andaluz y en los demás gobiernos, como ayer mismo destacaba Antonio Yélamo en estas páginas. Ciudadanos ha pasado de ser el primer partido en Cataluña al último lugar. Con eso está dicho todo. La impertinencia y la cara dura toma por tontos a los ciudadanos. Las simplezas avanzan hasta convertirse en repugnantes y peligrosas para la democracia.
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