Si se trata de revitalizar el centro de la ciudad y aquellos barrios en los que la celebración tiene repercusión, sobre todo en Camposoto que fue el germen de todo y en la Casería que se ha sumado al menos ficalmente este año, se está consiguiendo.
La prueba fehaciente en lo que se refiere al centro de la ciudad está en los aparcamiento de la Magdalena, esos que arrojan ingentes cantidades de arena a los pisos que están enfrente cuando sopla la levantara. Anoche pasadas las 21.30 horas no estaba como en Feria, pero la ocupación era muy alta para ser víspera de fiesta.
Luego en la calle se notaba que había más gente y no sólo alrededor de las distintas actividades y actuaciones programadas. La calle Real era una calle llena de gente desde la Alameda a la plaza de la Iglesia, las terrazas estaban unas llenas y otras con la bandera pasada la media asta, pero el público seguía en movimiento.
En las barriadas es el tráfico, más que el aparcamiento que no existe en tanta cantidad como en la Magdalena, los que dan fe de que Halloween, se quiera o no, es una fiesta que se arraiga y que gusta a los más pequeños. Y de ahí para arriba porque no todos los que estaban participando estaban haciendo un sacrificios "por los niños".
Y en lo que a las actividades se refiere, las del centro llevan el sello de una empresa -en la Alameda- que es todo un referente en el sector y en las barriadas la impronta de unos vecinos que se comportan como profesionales a fuerza de haberse aprendido su papel. No en vano el Halloween que el Ayuntamiento de San Fernando quiere vender como el Halloween de la Bahía nació en la periferia.
El problema es que los demás pueblos de los alrededores tiene la misma meta, la de convertirse en el Halloween de la Bahía. Pero en San Fernando en la noche del jueves lució la fiesta irlandesa convertida en manos de los americanos en un acontecimiento mundial. Todo sea por sumar.
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