Atando Cabos

Morir de dolor

El dolor ya no es un síntoma es una enfermedad que no se está atajando debidamente.

Publicado: 29/10/2019 ·
20:52
· Actualizado: 29/10/2019 · 20:52
Autor

Remedios Jiménez

Licenciada en Historia, docente jubilada, integrante del Aula Atenea del Ateneo de Jerez y de varios clubes de lectura

Atando Cabos

Una mirada sobre lo que nos pasa día a día, bajo los titulares de la incesante actualidad

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El pasado 22 de octubre la atleta paralímpica, MariekeVervoort, recurrió a la eutanasia en su país natal Bélgica. Tuvo suerte, hay muy pocos países que tengan reconocida esta forma de muerte digna. No se merecía menos, a los catorce años empezó a tener problemas físicos ante los que los médicos no pudieron hacer otra cosa que constatarlos. Fue perdiendo la movilidad en las piernas una chica que practicaba ciclismo y jiujitsu. Desde el principio decidió no rendirse. Empezó con el baloncesto en silla de ruedas, el triatlón y finalmente las carreras en distancias cortas. Participó en mundiales y fue medallista olímpica en los Juegos de Londres y Río. Actualmente se estaba quedando ciega. Pero lo que la hizo tomar la determinación de acabar con su vida fueron unos niveles de dolor que no la permitían ni dormir diez minutos al día.

Cuando iba al instituto, tenía una compañera que pasaba los fines de semana en el hospital cuidando a su madre con cáncer terminal. Esa circunstancia definió su futuro, se hizo médico y hoy se dedica a los cuidados paliativos en su deseo de dispensar una muerte digna, pero para acceder a estos cuidados en Jerez, hay listas de espera, no todos tendrán la suerte de recibirlos.

¿Cuánto hemos avanzado en la clínica del dolor? Una persona como Marieke, luchadora al máximo nivel, se ha pasado los últimos días de su vida llorando. Porque el dolor deprime, produce insomnio, ansiedad. Luego es posible que en este estado se acuda a la consulta del especialista y este determine que lo peor que tiene su paciente es que está deprimido. Con ganas de suicidio es como sale el paciente después de oírle esto al especialista al que concurre con todas sus expectativas.

Pero las bajas médicas están ahí, el dolor es la primera causa de absentismo laboral y el coste del dolor crónico es superior al del cáncer, la diabetes y la enfermedad cardiovascular. El treinta por ciento de las personas se ven afectados por él y las cifras aumentan a partir de los sesenta.

El dolor ya no es un síntoma es una enfermedad que no se está atajando debidamente. En demasiadas ocasiones, la secuela de una cirugía que quedó perfecta es una vida atajada por un nuevo mal: el dolor. No se ve, no se mide, se duda de quien lo padece. ¿Es una enfermedad fantasma?

Sólo puedo constatar una cosa, lo único que deseamos para un familiar que se muere es que se marche sin él, que no sea el sufrimiento lo último que lo haga sentirse vivo.

La medicina del veintiuno está dejando atrás una pandemia, mientras sigue mirándola como un síntoma.

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