Es la pregunta que está en la calle. ¿Hasta dónde influirá en las elecciones generales españolas los disturbios callejeros catalanes? ¿Hasta qué punto repercutirá en el voto también el nuevo desafío de los secesionistas en el parlamento catalán? ¿Qué sucederá si en la próxima vista judicial a Puigdemont se le empieza el proceso de extradición a España? ¿Qué con la posible inhabilitación de Torra por desobediencia con las pancartas en tiempo electoral?
El traslado de la tumba de Franco -aunque ha tenido una gran repercusión nacional e internacional- está prácticamente descontado en el mercado electoral, al menos como un gran movimiento tectónico de cambio en la opinión pública. Se ha anunciado tantas veces la exhumación y el traslado al Pardo que ya estaba asumido, aunque una parte de la opinión pensaba que nunca se llevaría a cabo. Es un gran acontecimiento que da ánimos a la izquierda, sin duda y provoca el rechazo inverso en el electorado ultra.
El tema de los disturbios en las calles -de una agresividad y violencia no vistas anteriormente en España, por su dureza y por la duración de los conflictos y lo alarmante de los fuegos- es inicialmente munición para los partidarios de la mano dura y de las exigencias más extremas en el orden público: la legión, el estado de excepción, ley de seguridad nacional, 155 perpetuo… Es, por tanto, Vox el que se encuentra más cómodo con estas propuestas. Ciudadanos y el Partido Popular han abandonado a Pedro Sánchez solo ante el peligro y, por ello, su deslealtad y su clamorosa ausencia de apoyo al gobierno es absoluta. Deseos de pescar en aguas turbulentas. Por contra, si la situación queda controlada la opinión dará más opciones al PSOE porque ha contribuido con responsabilidad y una firmeza modulada para evitar el camino de la acción-reacción que en Chile se ha visto que sólo conduce a una situación de emergencia -próxima a un ambiente bélico. Hay dos millones de independentistas en Cataluña y más de dos millones de constitucionalistas. La pugna será dura y el mundo internacional lo que exige es un pacto político. Hoy es imposible pero quizá lo sea tras nuevas elecciones catalanas.
Despachar con reacciones primarias un conflicto político no conduce a nada. Hacer frente a la violencia sí es lo urgente. La reacción de sindicatos, empresarios y otras entidades sociales da esperanza.
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