Para cambiar las cosas hay que ganar. Quieres impugnar acuerdos legales y constitucionales en la calle y pareces olvidar que en la calle solo existe la ley de la calle; al final, si el Congreso no cede, te quedas con tus heridos y tus detenidos y en el mismo punto en el que estabas antes, protestando porque no hay separación de poderes, cuando la separación de poderes no la vas a conseguir nunca en la calle; te pueden conceder muchas migajas para no tener que cambiar eso. Para cambiar la Constitución hay que ganar y hay que hacerlo por goleada, conseguir apoyo de la gente suficiente, convencida de que hay que cambiar la Constitución, y esa gente tiene sus propios motivos para exigirlo, que no son los tuyos. Para cambiar la Constitución hay que ganar y, para ganar, no puedes hacer siempre, todas las malditas veces, que el foco de atención esté centrado en un solo problema, en tu problema.
Sobre todo si sabes que, cuando la atención se centra en tu problema, en el problema catalán, a la gente que va a votar, a la gente que necesitas para cambiar la Constitución, la has distraído de los otros problemas que le podrían llevar a cambiar las cosas a través de su voto. Vuelven a la vieja pelea y votan a los de siempre. Se quitan el mono de trabajo, dejan a un lado la factura de la luz, se olvidan de la cola del médico o del paro, del rescate bancario, dejan de prestar atención a las dignas marchas de los pensionistas, de las mujeres, de los animalistas, incluso de los republicanos, se ponen las camisetas, las bufandas, cogen sus banderas y votan.
Y tú lo sabes, lo peor es que lo sabes, pero te entra la prisa siempre antes de las generales y te crees que vas a cambiar la Constitución haciendo lo que los partidos que no le quieren cambiar ni una coma están deseando que hagas: distraer la atención sobre la corrupción, la austeridad, las puertas giratorias y esa misma falta de separación de poderes de la que tanto te quejas. Pero, a la hora de la verdad, cuando los partidos que te representan han tenido oportunidad de cambiar algo, no han cambiado ninguna de estas cosas. Y lo sabes. Lo peor es que lo sabes y picas. Sabes que la manipulación hace que en España no se pueden ganar unas elecciones defendiendo el independentismo, pero lo pones sobre la mesa cada una de las malditas veces, para hacer más sólido tu núcleo duro. Para que esto no se acabe nunca. Para pasar por todos los escenarios menos por las urnas. Para darle micrófono a todos los partidos menos a los que piden diálogo, porque así funciona, porque nadie que se pone su camiseta, su bufanda y coge su banderín, se pone delante de la tele a esperar a que los jugadores se sienten a dialogar.
Ya está, lo siento, no tengo tiempo para prestarte toda mi atención en estos momentos. Hay gente que se suicida antes que la desahucien, el cáncer campa por sus respetos y se están retrayendo todos los presupuestos para investigación, la sanidad y las pensiones en peligro de muerte, la próxima reforma laboral será más dura, los fascistas se vienen arriba y, cuando te des cuenta, el aborto será ilegal y solo habrá una religión en este país, y será obligatoria; en tu tierra y en la mía. Vamos a ganar y vamos a mirar qué coño es eso de la sedición, que lo mismo hay que cambiarlo; y si se cambia, salen libres. Pero por la puerta de delante, no por la de atrás, no por la misma puerta que los fieles a Tejero, los del GAL y tantos vergonzosos etcéteras. Porque eso nos puede pasar a todos, no solo a vosotros, y habrá que cambiarlo para todos, no solo para los tuyos.
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