Educar para el futuro

La censura en una sociedad donde ya no la hay

Solo cuando no existan trabas ni censuras a las ideas, podrán exponerse y debatirse en un ambiente de libertad

Publicado: 18/10/2019 ·
11:06
· Actualizado: 18/10/2019 · 11:06
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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Recuerdo cuando en la segunda mitad de los setenta se levantó la censura en nuestro país y también recuerdo como los sectores más reaccionarios se sintieron ofendidos con lo que aparecía en los medios, en especial prensa y revistas, pero también en el cine y el teatro, pero desde luego la censura no regresó ni en la política ni en el sexo, ni en nada de lo demás.

Visto desde la actualidad me resulta doloroso reconocer que una buena parte de aquella libertad la hemos perdido, aunque a algunos se les llene la boca diciendo justo lo contrario la censura ya está aquí de nuevo y viene aspirando a quedarse.

La sociedad híperconectada a la que tantas veces he aludido posee unas redes sociales que lo envuelven todo y unos medios de comunicación que en su mayoría en vez de centrarse en informar libremente actúan como sicarios de las más absurdas y peligrosas ideologías.

Ahora la censura al viejo estilo ya no es necesaria, ya que ha surgido una nueva manera de coartar la libertad, una censura que crítica formas de pensar y prohíbe acciones de todo tipo, pero que para no ser descubierta nace de la propia sociedad que la padece, como si se tratase de una burlona manera de perpetuar el conocido dicho de “sarna con gusto no pica, pero mortifica”.

Una censura que como todas dice defender nuestro modo de vida pero que usa (y abusa) de decir que favorece nuestras libertades, aunque actúe desde la más absoluta de las dictaduras. Debemos luchar contra la censura, aunque nos hagan creer que es algo del pasado, porque su nueva cara es invisible y puede convertirse en un reflejo de cómo actuemos nosotros mismos.

Así por ejemplo en Twitter y otras redes algunos se organizan para lanzar falsas acusaciones preparadas para que el algoritmo no las detecte como reprobables, habiendo siempre muchos que se las creen y las apoyan.

Luego, cuando llega a su límite la persona acusada (a veces incluso de practicar la propia conducta que está denunciando), pierde los papeles y dice algo que el algoritmo si detecta y la sancionan. Algunos dirán que si alguien pone algo de una manera demasiado contundente los que lo leen tienden a ver más fácilmente lo que no se ha puesto, pero lo cierto es que la mayoría de las veces solo un bobo no entendería lo que se intenta expresar, pero por desgracia hay auténticos bastardos que solo actúan con la pretensión de defender posturas, ideas o incluso leyes ineficaces o perjudiciales para la sociedad.

Solo cuando no existan trabas ni censuras a las ideas, podrán exponerse y debatirse en un ambiente de libertad.

No seamos hipócritas ni nos distraigamos criticando o buscando culpables, lo prioritario es desenmascarar la manera de actuar de una censura encubierta que utiliza a la propia ciudadanía como acérrimos censores. Es la censura de una sociedad donde ya no la hay.

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