Una feminista en la cocina

Perder la cabeza

Nunca volverá a casa Jesús María, un bilbaíno de 67 que tuvo la desgracia de enamorarse de una presunta que no se acuerda de nada, pero que sí entregó la caja

Publicado: 11/10/2019 ·
08:12
· Actualizado: 14/11/2019 · 14:35
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Enamorarse más allá de los 50 es tan gran aventura que solo Ulises podría protagonizarla. Este héroe griego tuvo lo suyo con las mujeres de su época porque eran de armas tomar, con grandes y maravillosos poderes. Circe, las sirenas o Calipso (entre otras) a poco que te despistaras, te trituraban sin despeinarse las cabelleras. Todas  las de” la Odisea” eran peligrosas si las contrariabas, menos Penélope que con bordar y esperar ya le valía. Con todo Ulises nunca perdió la cabeza, ni siquiera por culpa de las sirenas porque- como buen héroe- los dioses le ayudaban a modo de video en internet con el fin de conseguir terminar la partida.                                                                                                

Juicio.

  Nunca volverá a casa Jesús María, un bilbaíno de 67 que tuvo la desgracia de enamorarse de una presunta que no se acuerda de nada, pero que sí entregó la caja con su cabeza dentro  a  una amiga, envuelta como un regalo. Mira que leí ejemplares del “El Caso”  de los que recuerdo la ferocidad de las fotografías que te miraban como queriendo matarte, el papel rugoso entre los dedos y sobre todo la certeza de que en el mundo hay gente muy mala. Esa misma seguridad tengo ahora en los tiempos en que las nuevas tecnologías, la soledad real y las parejas aciagas no lo hacen mejor, ni más llevadero, sino todo lo contario.  Después del vasco -al que para robarle y usando la treta de una cita muy a ciegas por Badoo-  que murió enterrado vivo, nos despertamos con una cabeza cortada entregada a una vecina en una caja, pretextando contener juguetes sexuales. Y es que el mundo gira muy deprisa, demasiado para mí que me mareo hasta en los caballitos de feria. Demasiado para algunos que buscan en el amor sincero (ese de cogerse por la mano y darse piquitos a media mañana con el olor a café impreso aun en los labios) la meta de su vida. Hay gente que nunca conocerá la pasión, parejas concertadas por la rutina, la ruindad y el miedo. Hay quien nunca disfrutará la comunicación sin palabras, los gestos afines, el calor de una palma de la mano contra tu propia palma. Hay gente que se quedara mudo, sordo y ciego para encontrar eso que calienta sin fuego y solo con su ausencia nos transporta a un desierto helado. El problema es que en este mundo virtual, de consumismo incesante- donde la gente muere por hacer, nunca por sentir y por sexo, nunca por amor veredero- los monstruos están a la vuelta de la esquina. Monstruos callejeros y cotidianos de gente a la que conoces y sonríes, de los que te cruzas en un semáforo,  que son los mismos que empujan a una anciana para arrebatarle el bolso sin importarles que le partan las caderas o las muñecas en el arrastre; Los mismos que secuestran, engañan, apalean y matan a un vasco buscador de amor, por un coche llamativo y unos euros en la cartera. La misma chusma que coge a un hombre bueno y tranquilo y lo retiene de cualquier manera hasta que los dioses se cansan, le llaman la atención y en su cabeza no hay más salida que la de entregarle a una amiga por trozos, dentro de una caja decorada como un regalo. Ahora falta el cuerpo, pero da igual porque se han cumplido todas las premisas para convertirse en un crimen macabro de los que pululaban por “El Caso” con agravante de miseria humana, desproporcionalidad y mucha mala baba. La amiga la llamó después de avisar a la policía, cuando se encontró con el cráneo fundido en mitad de la caja. No sabemos lo que le dijo, pero sí sabemos que ( la ahora detenida ) quería ir a llevarse la caja a toda pastilla. Todo se sabrá porque ahora se investiga a conciencia. Conoceremos motivaciones, antecedentes y declaraciones. Lo que no se dirá es que un hombre bueno confió hasta  perder la cabeza, porque las sirenas matan para sobrevivir con holgura comiéndose la carne de los marineros que como Ulises transitan aguas oscuras, engañándolos para que no les vean las fauces abiertas , ni los dientes afilados .

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