Hoy es el 150 aniversario del nacimiento de Mohandas Karamchand Gandhi, una de las figuras más relevantes del siglo XX, cuya semblanza queda eclipsada por los increíbles acontecimientos históricos que desencadenó y seguramente conocida por la genial película de Richard Attenborough en la que un oscarizado Ben Kingsley lo interpretó.
En Jaén se ha programado durante todo el mes de octubre una exposición sobre este hombre excepcional, del que sería muy positivo profundizar en algunos de los pilares de su pensamiento y de su acción. Abogado de profesión, rebelde frente a cualquier forma de segregación, recibió influencias muy variadas: del literato y pacifista León Tolstoi, de poetas como Walt Whitman, de sus contactos con diversos círculos de la Sociedad Teosófica en Londres, del estudio de varios textos sagrados de otras tantas religiones.
Tagore le puso el apelativo de Mahatma, “magnánimo”, y la idea con la mejor se le identifica es la ahimsa o la no violencia, que posteriormente tuvo una clara presencia en defensores de los derechos humanos como Martin Luther King o Nelson Mandela. La no violencia es incompatible con la cobardía o la debilidad pusilánime. Al contrario, es la firme determinación de desterrar toda forma de odio y de causar cualquier forma de dolor a ningún ser viviente. Según Gandhi, “el primer principio de la acción no violenta consiste en no cooperar con cualquier cosa que sea humillante”, por lo que su práctica va unida a un enfrentamiento claro e inequívoco de la injusticia, la cual origina violencia. La ahimsa que promueve Gandhi requiere por tanto de una gran fortaleza y valor.
Otro principio del compromiso político de Gandhi era la sathyagraha o sostenimiento de la verdad contra la ignominia mediante la acción no violenta. Aquí está la base de la profunda espiritualidad de Gandhi, para el que Dios era la Verdad, y las diferentes religiones distintas vestiduras de un mismo principio divino.
Gandhi también se apoyó en otras dos ideas clave para su activismo político: Swadeshi, autosuficiencia hacia fuera, que simbolizó con la rueca y la posibilidad de que cada hindú se tejiera su propia ropa. La definición de Swadeshi podría resumirse en “no debo servir a vecinos lejanos a expensas de los más próximos”. Y Swaraj, autodominio, austeridad y sencillez hacia dentro.
Su movimiento de insumisión y resistencia pasiva alcanzó la independencia de la India, a la que amaba y para la que quiso conseguir con todas sus fuerzas la fraternidad entre musulmanes e hindúes y la justicia social, eliminando el sistema de castas o la discriminación de la mujer. Y por ello murió asesinado por un fundamentalista hindú.
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