El Loco de la salina

La playa de Camposoto vista por un loco

Esta exposición, que va a ser un pelotazo por su originalidad y por ser más cañaílla que los fideos con caballas, se inaugura este miércoles próximo.

Publicado: 30/09/2019 ·
01:16
· Actualizado: 30/09/2019 · 01:16
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Tengo un amigo loco, que se llama Juan Luis Parrilla, que tiene cuatro ojos pero no es capitán de los piojos, como decíamos de pequeños a los niños que llevaban gafitas. Todos tenemos tres ojos, pero mi amigo tiene cuatro. Me explico. Mi abuelo tenía los ojos pequeños y cruzados, que se esforzaban inútilmente por contemplarse el uno al otro, es decir, que era un poco bizco, para qué nos vamos a engañar, lo cual no se adquiere con el ejercicio, sino que se nace así y se acabó. Una vez se encaró con una gitana, y la mal nacida acabó la discusión con una frase cachonda: Anda, malage, que de los tres ojos que tienes estás sentado en el mejor.

Como mi abuelo todos tenemos tres ojos, pero mi amigo Juan Luis tiene cuatro, porque el cuarto lo lleva metido en su cámara fotográfica con la que va y viene al principio y al fin del mundo. A casi todos nos da por hacer locuras, y él no iba a ser menos. Se tiró todo el año pasado recorriendo enterita la Playa de Camposoto, desde donde comienzan los problemas de aparcamiento hasta la Punta del Boquerón, observando con sus ojos y con su cámara todo lo que se movía. Y no lo hacía porque le sobraran números a su colesterol, como les pasa a los que ven en esas caminatas la solución a los problemas que les plantean los demasiados años cumplidos, sino porque llegó un momento en que se enamoró locamente de nuestra playa virgen. Durante doce meses fotografió todo lo que se ponía por delante, incluso con su móvil, con la Sony o con lo que le pillara en las manos llegando hasta la batería de Urrutia, dando la vuelta y volviendo a la orilla para regresar otra vez al día siguiente y al otro. Vio pasar por sus cuatro ojos las cuatro estaciones y vivió allí algunos de esos momentos en los que uno dice con mucha desesperación lo de madre mía, esto qué es. Uno de esos días captó la imagen de los restos de una embarcación neumática de las que usan los emigrantes, destrozada en la orilla. Otro día llamaron su atención dos pateras impresionantes de admirable construcción, según él. Mientras la cámara hacía su trabajo, él echaba a volar su imaginación y casi veía saltar de esas embarcaciones encalladas a un montón de pobres subsaharianos en una lucha descarnada por buscar tras las dunas un mundo mejor. También le impresionó la frialdad con que la cámara captaba los destrozos que hizo la tormenta tropical Enma dejando Camposoto entero patas arriba. Un marzo para olvidar, pero grabado se quedó.

En fin, que mi amigo, hoy, de vueltas a lo que los cuerdos consideran civilización civilizada, le ha dicho a su cámara fotográfica que ella no tiene derecho a guardar tantas imágenes inéditas, que ya es hora de que el público las vea, las comparta y las disfrute también. Por eso va a hacer una exposición en el Castillo de San Romualdo con todas esas impresionantes fotos. Esta exposición, que va a ser un pelotazo por su originalidad y por ser más cañaílla que los fideos con caballas, se inaugura este miércoles próximo, día 2 de octubre, y que yo no me entere de que usted no va a verla, porque me puedo enfadar y ya sabe lo que somos capaces de hacer los locos del coco. Si Juan Luis viniera alguna vez al manicomio con su cámara, seguro que le saldría una exposición de locura.

Mientras tanto, gracias por regalarnos tanta dedicación y tanto arte.

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