Una feminista en la cocina

Niño, tu padre te va a pegar

Ellos se las apañen, porque al final el camino es tan cierto como el pájaro muerto de Germán, el tiñoso. Tan visual y vívido que a poco que pusiéramos oído

Publicado: 24/09/2019 ·
13:08
· Actualizado: 25/09/2019 · 12:45
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Hay muchos que deshojan la margarita de las nuevas elecciones. Intereses patrios, por las muchas bocas por saciar. La Política es lo que tiene, que pasó de plazas públicas a salones imperiales; Y de ahí a lo que tenemos ahora que es marejada de encuestas y propagación de navajazos. Me da igual, sinceramente. Ellos se las apañen, porque al final el camino es tan cierto como el pájaro muerto de Germán, el tiñoso. Tan visual y vívido que a poco que pusiéramos oído lo escucharíamos crujir y suspirarse.           

Jorge Javier

La vida supura emociones, nos da alegrías y muchos hijos de mala genética que parece mentira que con tantos adelantos aún no hayamos conseguido erradicar la mala leche. Nunca he querido hablar de Política, no porque no me interese, que también, sino porque es muy aburrida. Las politicadas son tan previsibles como quién ganará el Gran Hermano o cómo van a hacer para alimentarse uno de otro como si se tratase de venas periféricas. El corazón de la Política somos nosotros, no se les olvide; Nosotros los que lo movemos todos, porque ellos sin nosotros no son más que papel mojado bajo la lluvia , arrastrado hasta las cloacas. En cambio, nosotros ponemos semilla en urna y nos creemos especiales por hacerlo. En serio, yo me siento especial como si les hubiera mojado con lengua de vaca el flequillo. Porque somos tan imbéciles que no sabemos de Política Internacional, ni de amaños ficticios, ni de Compañías Multinacionales. No sabemos de espías, más que los que vemos en las series, escurridizos y atléticos como los de los maratones. El “niño, que tu padre te va a pegar” de mi abuela, no sonaba a advertencia en aquel coche de los setenta todo latas y sin cinturones de seguridad, igual que ahora no somos conscientes de que el tiempo transcurre y hay una piedra de río que lleva tatuado  el nombre de nuestra nuca. No somos valientes más que de protestar, enfadarnos y reírnos a carcajadas porque a eso le llamamos vida, exactamente igual que mi hijo adolescente, con la misma visión de futuro y el mismo ardor guerrero. No nos importa más que el transcurrir de los meses, aún sin calendarios y festividades de números en rojo, porque nos hemos hecho adultos y los que nacimos en los sesenta nos criamos con el Camino y lo bebimos a dos tetas, mientras que ahora se alimentan del  Fortnite a dos mandos y unas teclas. Hemos envejecido, nos han pasado elecciones por la chepa y tenemos que ver anuncios electorales, tragarnos mentiras adobadas y creernos importantes porque  vamos a elegir a quien va a ganar el Gran Hermano,  tan amañado y previsto como el pájaro muerto de German, el tiñoso, al que solo su madre le daba credibilidad por lo mucho que le dolía la muerte de su hijo. Nos van a pegar azotainas con los callos campestres de la vida, pero tenemos el canallillo del culo bien dispuesto porque nacimos apalabrados para ello.

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