Sindéresis

Azul y amarillo

Y en los tiempos que corren es importante poner en valor que el fascismo es un atractor de mierda humana y el antifascismo es lo contrario.

Publicado: 09/09/2019 ·
12:30
· Actualizado: 09/09/2019 · 12:30
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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En las historias de la gente de Cádiz casi nunca encuentras santos; somos demasiado viejos como sociedad para esas frivolidades. Es importante entender que el chovinismo que muchas veces se expresa en las letras de Carnaval es más estético que otra cosa; al fin y al cabo, somos los primeros en criticarnos a nosotros mismos.

En estos días ha muerto Manolito Santander. Cuando su agrupación entraba en el teatro Falla se decía que había llegado La Viña. Para quien no lo sepa, La Viña es un barrio de Cádiz que tiene un estilo de hacer carnaval, y de hacer la vida en general, concreto, sólido, reconocible, uno de esos barrios en el que quieres estar en tiempos de crisis, con gente solidaria por oficio y alegre por convicción.

Es un núcleo de resistencia urbana contra la tristeza y la erosión del tiempo. ¿Es chovinista? Claro. Estéticamente. Eso quiere decir que es un barrio que exagera como modo de comunicación, pero cuando Santander escribió que la afición del Cádiz se había ganado el respeto de toda España no exageraba ni un poquito. A riesgo de parecer que divago os diré que no me había propuesto escribir sobre nada concreto, pero los vasos comunicantes entre los distintos elementos de la sociedad gaditana y sus carnavales son los que te hacen tirar de un sitio para otro en el folio que tengo para hablar de lo que se me ocurre hablar: en el pasodoble «Me han dicho que el amarillo», himno oficioso del Cádiz C.F., se lanza una flecha que dobla esquinas, te va ensartando y conecta con los recuerdos o sentimientos de cada uno. Como él decía, el éxito de una copla es que la gente la haga suya, así que me siento licitado, gracias maestro y descansa en paz, para hacerla mía y hablar de los Brigadas Amarillas.

 Que no son santos, como casi nadie en Cádiz. Que extienden la afición al fútbol hacia descampados violentos e irracionales de los que a uno les gustaría sacarlos cogiéndolos por la oreja. Que hay veces que tú no entiendes cómo no les alcanza para una cosa, pero sí para otra, ahí cada uno en su casa se administra. Pero teniendo en cuenta el tipo de fauna que se concita por atracción y por ideología en algunos campos de fútbol, el modo en que levantan la mano y las filias y fobias que muestran sin reparo, creo que es un alivio y un orgullo saber que, si eres un inmigrante, un sin techo, personas trans u homosexual, con quien quieres encontrarte por la calle es con los Brigadas Amarillas. Porque son antifascistas. Y en los tiempos que corren es importante poner en valor que el fascismo es un atractor de mierda humana y el antifascismo es lo contrario. Y que las leyes que regían y rigen La Viña y la carrera de Manolito Santander son de las que atraen lo bueno y repelen lo malo; se mojaba y lo hacía para ponerse en el bando de los justos.

 Si los Brigadas Amarillas, si la afición incondicional del Cádiz C.F., hubiese estado llena de racistas y homófobos, de mala gente, creo que todos sabemos que la familia Pepperoni no les habría regalado un himno. Que Manolito Santander les habría mostrado su rechazo igual que hizo con todos esos gaditanos que se hartaron de cantar su pasodoble, pero luego no llenaban el estadio. Igual que siempre mostró su rechazo a la mala gente. Hiciste lo que pudiste para alegrarnos en la tormenta y para que no confundiéramos lo que está bien de lo que está mal, precisamente porque no somos santos. Tomamos nota y seguimos. Como siempre. Incluso en la tormenta.

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