Sindéresis

Reserva de la biosfera

Todos nosotros podemos hacer algo en nuestra casa, al lado de nuestra casa, además de indignarnos en redes sociales, claro.

Publicado: 27/08/2019 ·
22:27
· Actualizado: 27/08/2019 · 23:22
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

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Somos expertos en opinar cuánto deberían indignarse los demás con cada cosa que sucede en el mundo. El Amazonas arde; no falta quien dice que los medios no se harán eco (cabe ver cómo se enteran ellos); no falta quien dice que los medios solo se hacen eco del Amazonas y no de las otras masas forestales que también arden.

            No falta quien dice que el culpable es el capitalismo.

            Igual el problema lo tenemos el resto de países al confiar en que a la Tierra le vale con un solo pulmón que está en manos, casi por completo, de un solo país, porque no hay nación que no corra el peligro de caer en manos de un psicópata; ni la nuestra. Ni siquiera nosotros, en España, deberíamos dejar que la lucha contra la desertización estuviera en manos del Estado, que lo que tiene multa es talar árboles, no plantarlos. Pero ¿sabéis qué? Me pongo en el papel de Brasil y tienen que estar un poco hasta los cojones de tanta injerencia. Retrocedamos en la Historia.

            ¿Acaso no era la península ibérica una región que una ardilla podía recorrer de árbol en árbol sin tocar el suelo? ¿Acaso no era así la mitad de Centroeuropa? Me parece que no existía el capitalismo cuando comenzaron a talarse árboles a mansalva y me parece que hemos tenido siglos suficientes para darnos cuenta de que los árboles importan, y que nos estábamos quedando sin ellos. Me parece que los brasileños tendrán que resolver sus propios problemas y cuidar de su bosque, y nosotros del nuestro y, de paso, los occidentales así en general, podríamos plantearnos dejar de poner factorías, minas y centros de extracción de recursos por todo el globo.

Bolsonaro es un monstruo que, además de permitir que el Amazonas mengüe, en pos del progreso industrial y suicida, ejerce la más despótica política de eliminación de la diversidad cultural sobre los indígenas, verdaderos defensores con sus vidas de ese que es su ecosistema, no el nuestro. Porque ellos no hablan de la selva como el pulmón del mundo (¿qué queremos, un trasplante?); aquello es su hogar. Es tan naiff, tan irreverente y frívolo pensar primero que nos están robando el oxígeno a miles de kilómetros, que quizá con esa frivolidad expliquemos nuestra conducta como civilización. Para nosotros, Brasil es una reserva de la Biosfera, y la Biosfera es nuestra. Talamos, contaminamos, desertizamos, entramos en guerra, tiramos bombas, contribuimos sin medida en el cambio climático, pero el Amazonas que no nos lo toquen, que es nuestro.

Bolsonaro es un monstruo, pero para nosotros no deja de ser el monstruo de una película de miedo; ¿en realidad nos duele lo que sucede allí o lo que nos puede suceder aquí? Porque lo de aquí lo tenemos fácil: a plantar árboles por todas partes todos los días, a cambiar nuestras costumbres de alimentación y consumo, exportación e importación, a echarle valor a la lucha por la Tierra. La reserva de la Biosfera somos nosotros. En medio siglo se ha establecido una batalla inédita por la ecología, en la que la primera línea de combate fueron aquellos locos que impedían con sus fuerabordas que se arrojasen desechos nucleares al mar. Todos nosotros podemos hacer algo en nuestra casa, al lado de nuestra casa, además de indignarnos en redes sociales, claro. Planta un árbol. Planta cien árboles. Mírate al espejo y mira lo que compras.

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