Matrícula de deshonor

Vandalismo a pie de calle

Mi particular visión se aleja enormemente de lo que deseo para esta ciudad, en la que el vandalismo ha tomado la calle, dejando rastros continuos de su paso

Publicado: 15/07/2019 ·
12:35
· Actualizado: 15/07/2019 · 12:35
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Yo soy de esos a los que les gusta pasear por Huelva a horas intempestivas. Me relaja recorrer la ciudad cuando se encuentra en calma y el ajetreo del día a día “toca silencio”. En esta semana, he rondado muchas de las calles de esta ciudad a bordo de una Vespa que me ha regalado un amigo -muchas gracias, Raúl- y me entristece observar la falta de civismo con la que me encuentro en estas noches veraniegas. Son esos momentos de paz y calma, donde puedes observar nuestras calles, barrios y plazas con total atención, sin las distracciones del gentío, del constante sonido ambiental.

Mi particular visión se aleja enormemente de lo que deseo para esta ciudad, en la que el vandalismo ha tomado la calle, dejando rastros continuos de su paso. Siento rabia al observar decenas de contenedores de basura quemados y rodeados de armarios rotos, colchones y un sinfín de todo tipo de artículos del hogar, amontonados y/o dispersos por toda la zona sin ningún tipo de pudor, obstruyendo incluso aceras, que evitan el paso de los peatones. Bolsas abiertas, ropa encima de los vehículos colindantes que dan esa sensación de suciedad y dejadez; todo un despropósito para una ciudad tan desarrollada. El olor que desprenden es nauseabundo, máxime en estos días en los que el calor da cuenta de ello. Las pintadas abarcan a toda la ciudad; no quedan huecos libres en los que estos pillos no hayan teñido de frases o retazos de confusos colores, y los muros que quedan, llenos de cartelería de todo tipo, incluidas las usadas para las campañas políticas, que ya dice mucho. Papeleras rotas o arrancadas, con su contenido a merced del viento. Jardines ajados y maltratados, en los que sus setos que los delimitan están arrancados de raíz. El mobiliario urbano en muchos lugares está destrozado, pintado, arañado o lleno de manchas que no deseo saber, y los desechos caninos han conquistado todas y cada una de las zonas de esta bendita Huelva; han llegado para quedarse.

Depende del barrio, los edificios denotan dejadez, tornando el blanco en un gris amargo, desconchado y/o agrietado por el paso del tiempo. Existen zonas, que si las ves en perspectivas y con el humo de fabricas en su momento cumbre, el paisaje es tan desolador que puedes imaginarte dentro de cualquier film bélico. Del parque Moret mejor no hablemos, me deprime sólo pensarlo. Así es como observo a Huelva, y así la estamos dejando entre todos, los que la castigan y los que permitimos que lo hagan. Nos queda mucho por hacer en esta ciudad, y los gastos que genera la falta de civismo los estamos pagando entre todos, algo que parece que se nos olvida, cuando permitimos que se maltrate a nuestra ciudad.

 

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