Matrícula de deshonor

La oveja negra

En toda profesión aparece esa oveja negra y desagradable que confunde y da mala fama a los buenos profesionales

Publicado: 24/06/2019 ·
12:29
· Actualizado: 24/06/2019 · 12:29
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Convivir con muchos docentes en mi familia y amigos me hace tener una perspectiva muy particular sobre la enseñanza y soy de aquellos que defienden esa libertad para dejar educar dentro de esos patrones de conductas necesarios, en los que los familiares siempre deberían ser un apoyo incondicional, donde la confianza en quienes ejercen esta necesaria profesión no deje lugar a dudas. 

Desde las nuevas escuelas hasta las más conservadoras, la educación siempre ha sido motivo de controversia en nuestra sociedad; siempre en tela de juicio, y en los últimos tiempos, más que el modelo educativo, que ya plantea dudas en sí mismo, son los propios maestros los expuestos a juicio constantemente, sobre todo por hechos como los vividos en estos últimos tiempos, en los que casos aislados de docentes sin pasión actúan con mala praxis y repercuten negativamente en todo el colectivo.

En toda profesión aparece esa oveja negra y desagradable que confunde y da mala fama a los buenos profesionales, y en el caso de la docencia, se anda con pies de plomo en la formación de nuestros hijos. La profesión de maestro es una vocación, es un estilo de vida que va más allá de sumar y restar, que engendra esa pasión por los más pequeños y por esa transmisión cultural, y si me apuran, generacional, que servirá de apoyo en su proceso de maduración.

En este acto educativo, las formas son la base fundamental para tal fin, incluso más que el contenido. Esto que estamos viviendo en Huelva -otra vez Huelva- no es un caso aislado, y cierto es que da materia para pensar, pero no debemos confundir una parte por el todo. Este hecho que hemos leído en estos días sobre el maltrato de un maestro a un niño y que llega a los medios por un aparato de escucha que sus padres pusieron al menor debe ser castigado con dureza, sin dudas, y dicho personaje debería ser alejado de las aulas. Los daños ocasionados en muchos de los pequeños suelen marcan su futuro, algo que no se debe consentir.

En estos casos, soy más de sentirme orgulloso por todos aquellos docentes que ejercen sus funciones desde esa humanidad, y no meter a todos en el mismo saco. Este señor es una vergüenza para todos aquellos que ejercen de forma magistral su labor, manchando la esencia de la comunidad educativa, pero no caigamos en el error de esa desafortunada generalización que estoy leyendo en estos días. Hay profesiones que tendemos a estigmatizar: los maestros, los políticos, y como dice un amigo mío, los fontaneros, algo que no corresponde a la realidad. Por suerte, y tras muchos años en contacto con los distintos centros educativos, puedo garantizar que contamos con grandes maestros a los que siempre deberíamos considerar antes de emitir generalizaciones con un suceso tan desagradable como éste.

 

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