La marcha de Lorenzo Serra Ferrer como vicepresidente deportivo del Betis es mucho más que el cese en la actividad de un directivo cualificado porque, en su condición de emblema del beticismo, ha abierto la puerta de par en par a las banderías -facción, partido, parcialidad (RAE)- de partidarios y detractores del mallorquín y de los máximos rectores de la entidad.
La estabilidad institucional, accionarial, deportiva y económica, superado el proceso del concurso de acreedores y la convulsa etapa de Manuel Ruiz de Lopera, parecía haberse instalado en el Betis hasta la fase final de esta temporada, con la marcha del primero idolatrado y luego cuestionado Quique Setién y ahora de Lorenzo Serra Ferrer, quien además de su ascendencia posee un 1% del capital del club.
Será el balón el que, como siempre, dé o quite razones, pero la decisión de Serra, de 66 años y después de dos al frente de la parcela deportiva bética, ha suscitado un profundo y a veces agrio debate entre la idoneidad de su figura y la oportunidad de las condiciones impuestas por el presidente bético, Ángel Haro, y el vicepresidente, José Miguel López Catalán.
La cúpula de la entidad bética explicó anoche en la televisión del club que los motivos de la marcha del de Sa Pobla son en esencia que, según les transmitió Serra, no le encajaba "el nuevo rol" que le habían ofrecido en el nuevo concepto de dirección deportiva, consistente en que diera un paso al lado y que "no estuviera en la cocina, sino en la toma de decisiones".
El no de Lorenzo Serra pone fin a su tercera etapa en el club bético tras las dos primeras como entrenador (1994-1997 y 2004-2006) y una tercera que comenzó en 2017 cuando la actual directiva fue a buscarle para comandar la dirección deportiva de la entidad tras las experiencias fallidas de Eduardo Maciá y Miguel Montes Torrecilla.
La llegada al Villamarín de Serra, subcampeón de la Copa del Rey en 1997 y campeón en 2005 tras clasificar al equipo para la Liga de Campeones, supuso, pese a las reivindicaciones de que los fichajes son siempre una labor colectiva, la llegada de nombres que devolvieron la ilusión a la afición y que hacía años que no recalaban en Heliópolis.
Pese a que el presidente bético señaló que si el equipo directivo en su conjunto no hubiera estado "de manera activa en negociaciones, posiblemente" no estarían en el Betis jugadores como William Carvalho, Sergio Canales o Giovani Lo Celso, lo que parece incuestionable es que antes de Serra no estaban y con él, sí: cambió el color de las fotos.
Uno de los jugadores que llegaron con el balear y que supuso una dosis de calidad e ilusión fue el exbarcelonista Cristian Tello, quien le dio las gracias a "don Lorenzo" por "todo el esfuerzo y toda la confianza" que tuvo en él "para que vistiera la camiseta del Real Betis Balompié!!!".
No fue sólo Tello, también el portero internacional Pau López, quien llegó libre desde el Espanyol, el central Marc Bartra o el mexicano Andrés Guardado quienes, junto a Carvalho, Lo Celso y Canales, le dieron brillo a la camiseta del Betis con el balear al frente y con Quique Setién en el banquillo.
Y también otros jugadores de trayectoria acreditada como Javi García, Víctor Camarasa, el japonés Takashi Inui o el argelino Ryad Boudebouz, quienes han tenido más altibajos e irregularidad en su rendimiento o han sido cedidos a diversos clubes en esta temporada.
Pese a ser sexto en su primer año, en el que el Betis se clasificó para la Liga Europa, y décimo en el segundo y semifinalista en la Copa del Rey, el enfriamiento de las relaciones con Setién y su gestión en el mercado de invierno, con la cesión al Génova del paraguayo Tonny Sanabria y la decepción de su recambio, Jesé Rodríguez, han podido pesar en la decisión de la directiva bética y decantado la consecuente del balear.
Pese a que Haro y López Catalán han destacado la sintonía y el consenso en todas las decisiones, incluida la del nuevo entrenador, Joan Francesc Ferrer 'Rubi', la sensación de tiro en el pie se ha instalado en parte del beticismo, como se refleja en tertulias, medios de comunicación y redes sociales.
Tan es así, que en una manifestación bastante rematada de 'excusatio non petita', López Catalán pidió "calma y tranquilidad a los béticos: hemos tenido debates internos para dar este paso. Pido calma, no estamos en la III Guerra Mundial. Hay que ver dónde estaba el Betis hace cinco años y dónde estamos ahora", dijo.
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