Matrícula de deshonor

Periodistas

Hoy me he encontrado con un compañero que trabaja en uno de los salones de juegos de Seronuba

Publicado: 04/06/2019 ·
13:52
· Actualizado: 04/06/2019 · 13:52
Autor

Federico Pérez

Federico Pérez vuelca su vida en luchar contra la drogadicción en la asociación Arrabales, editar libros a través de Pábilo y mil cosas

Matrícula de deshonor

Un cajón de sastre en el que hay cabida para todo, reflexiones sobre la sociedad, sobre los problemas de Huelva, sobre el carnaval...

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Hoy me he encontrado con un compañero que trabaja en uno de los salones de juegos de Seronuba, de la que hace un par de semanas el periodista Juan F. Caballero, de un medio digital, escribía sacando a la luz las irregularidades existentes a las que los empresarios sometían a los trabajadores. Algo emocionado me comentaba los pequeños cambios que estaban viviendo en la empresa gracias a dicho periodista, al que me pidió encarecidamente que le diera las gracias. Es curioso que en estos tiempos que vivimos, donde el periodismo está tan denigrado, tan falto de apoyo, aún existan profesionales que, más allá del copia y pega, se parten el alma para sacar a relucir las miserias escondidas de algunos gigantes, que se creen intocables por el simple hecho de tener poder económico. Huelva, y así lo vivo cada día, tiene a grandes periodistas y comunicadores, enormes profesionales con un bagaje amplio en sus expedientes, que a pesar de las “miles” de horas que trabajan, viven casi en la miseria, contando los céntimos de euros para poder subsistir. Curiosamente, no logran ni la mitad de los sueldos que esta tirana empresa le pagaba y aún paga a sus trabajadores. Me da rabia observar a muchos compañeros y amigos, que son esclavos de las palabras, de la creatividad, de sus largos años de formación... Es inadmisible que aun existiendo una Asociación de Periodistas y conociendo estas circunstancias sean tan permisivos con su gente, dejando que la ilusión con las que muchos comenzaron sea prostituida y “vendida al mejor/peor postor”. Una asociación que calla ante esta injusticia, reflejo también de la hipocresía política, que aprovecha el mismo patrón de conducta de mirar hacia otro lado, abandonando a uno de los sectores más importantes, distribuidor del mayor poder social a los ciudadanos: la información. Particularmente, y sin ser de esta envidiable profesión, se me cae la cara de vergüenza conocer y sentir el fraude tan vergonzoso que en los últimos años han padecido muchos de nuestros compañeros, cómo se les ha estafado y se les siguen ninguneando. Como podréis observar, yo no tengo el don de la palabra -ya me gustaría- pero lo prefiero a que me faltasen los valores suficientes y la decencia para defender y apoyar a los compañeros con los que, día a día, vivo sus injusticias.

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