Juan Espadas declaró en la noche electoral del 26-M que el PSOE, cuya candidatura para el Ayuntamiento de Sevilla él encabezaba, había cosechado uno de los mejores resultados de su historia en la capital. Efectivamente, es el tercero, sólo superado por los 19 ediles de Manuel del Valle en 1983 y los 15 de Monteseirín en 2007. Espadas ha recuperado para los socialistas el liderazgo que perdieron a manos del PP hace dieciséis años, y lo ha hecho ganando 20.000 sufragios más que en las municipales de 2015 y sacando 51.000 de diferencia y cinco concejales a la segunda fuerza más votada, el PP.
Obviamente, este resultado en un Ayuntamiento cada vez más fragmentado (Adelante Sevilla es la suma de siete formaciones y Vox irrumpe por primera vez) no puede ser fruto de la casualidad, sino del reconocimiento a cuatro años previos de gobierno en absoluta minoría (11 ediles), pese a lo cual, desde la moderación, buscó y logró acuerdos con todo el espectro ideológico presente en el Pleno y entre otros logros se redujo en un 20% la tasa del paro. Espadas ha ganado un edil a costa del PP y otro a costa de Adelante Sevilla, en la mejor demostración del éxito de su política interclasista, con la que ha contentado tanto a una parte del electorado de la derecha como a otra del de la izquierda más radical. Han entendido, y premiado, que ha gobernado para todos los sevillanos y todos los barrios sin distinciones ideológicas.
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