Una feminista en la cocina

Desmadre en Urquinaona

En esta misma semana, en Urquinaona, una ciudadana alemana se quiso meter un viaje en el cuerpo. Luego de hacerlo va al cuarto de baño a practicar sexo...

Publicado: 23/05/2019 ·
09:50
· Actualizado: 24/05/2019 · 21:29
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Si tienes la mala suerte de que en uno de los pisos de tu bloque se tontee con la droga, lo tienes muy duro. Tampoco lo tienen fácil los nacionales cuando llegan y ven cosas que a otros muchos nos espantarían.                                                                                                     

Obispo Urquinaona, 5

En esta misma semana, en Urquinaona, una ciudadana alemana se quiso meter un viaje en el cuerpo. Luego de hacerlo va al cuarto de baño a practicar sexo, que ya saben que no hay mejor triunvirato sexual que una bañera, un wáter y un lavabo después de endosarte un alivio narcótico. Cuando están en plena faena, la teutona y su lover adecentando el cuarto de baño con sus epiteliales, la moradora de la vivienda se  da cuenta de que le han volado 60 euros, unas pastillas de metadona y el teléfono móvil. No la reconcome un segundo la duda, sino que sabe que la culpa solo puede ser de  la que retoza en el baño tan a gustito porque siempre fue seguidora fiel de la dialéctica hegeliana.

Entre chamuscada y peripatética, busca a su hijo por todas las habitaciones para que la ayude a dejarle claro( a esa criatura) que nadie se ríe de ella y menos en su casa. Entran en el baño como en el camarote de los hermanos Max, sorprendiendo a la pareja que dirime sus cuestiones carnales sobre el lavabo en postura no muy defensiva para lo que les cae encima, moradora e hijo con amenazas e insultos. Al parecer, según la víctima, les arremetieron con todo lo que se les vino a la mano, incluido un cuchillo con el que le rajaron el brazo. La sacan del baño a la fuerza y en la cocina intentan rematarla con un disco de pesas. Sí, han leído bien… un disco de esos de metal que usamos para levantar peso. El que lo levante. Ese. En la cabeza. Queda petada. Cómo no!!! Pero eso ya ven ( como el pollito que cayó en el excremento de vaca) es su salvación, porque al no verla moverse la dan por muerta y paran de zumbarle. Corre que se las pela, en pelotas casi picadas, a traspiés y con los vecinos alucinados como si fueran Carnavales fuera de fecha. La moradora suponemos que en la huida la pondría de todo menos de “bonita”, pero el hijo( más dado a las extraescolares en su infancia) enganchó varias macetas para arrojárselas como si fueran discos- o jabalinas- en Olimpiadas caseras. La alemana zigzaguea en la bajada,  que podía estar entonada con la droga pero la supervivencia manda y que le cojan y te corten un final feliz para darte somanta de palos, te abre con meridiana claridad las expectativas de continuidad vital que quieres en ese instante. Dicen que una maceta le impactó en la cabeza, que también es mérito del de las pesas, que estará todo el día el angelito sin dar palo al agua más que dispensar amor y salvoconducto a mamá, con las pesas arriba y abajo y los músculos en litigio con las ideas filosóficas hegelianas de la familia.

Los vecinos a estas horas ya estaban a tope. Vamos estaría las criaturas a tope desde que cambio el censo de la vivienda integrándose esta ilustre comitiva. Pero ese día en concreto con los gritos, las amenazas, los golpes y lo demás ya habían agotado las llamadas a la centralita de Comisaria de policía. Cuando llegaron los Nacionales vieron el estropicio de macetas, la moradora y el hijo ya medio calmados, los vecinos en zapatillas, los ojos exaltados y la alemana en un garaje, casi desnuda como su madre la trajo al mundo , llorando a siete mares, llenita de cardenales y ensangrentada como si fuera Halloween. Hay incluso algún vecino( con ganas de guasa) que dice que cantaba por lo bajini un aria de Wagner. Lo más grande es que la cabeza la tenía llenita de tierra de maceta. Los nacionales detuvieron a la madre y al hijo restableciendo la paz en Urquinaona que era un obispo nacido en Cádiz que da algo más que letras de carnavales y alemanas corriendo cuesta abajo por las escaleras, mientras le arrojan ramos de flores con una maceta incorporada .

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